Faltó el fútbol de Primera División el pasado fin de semana y el vacío pareció un socavón, por aquello de la fuerza de la costumbre. Así pudimos vislumbrar con mayor nitidez otras muchas aristas del deporte nacional y hasta del nuestro.
Porque el deporte femenino quizás sigue sin tener el tirón de otros espectáculos similares, sobre todo si no acudimos -como cada cuatro años- a la cita olímpica para recoger lo que nos toca en forma de medallas. Este mismo sábado jugó esa selección de baloncesto que ha ganado dos de los tres últimos campeonatos de Europa. Y no es la que lidera Pau Gasol. Las jugadoras de La Roja vencieron en Holanda y se clasificaron para la próxima cita continental, sin perder un solo partido. Y en su rotación figuraba esta vez una ourensana, espigada ella y plurimedallista en casi todas las categorías inferiores. Paula Ginzo ya está en el combinado absoluto y eso nos hace recordar que, hace años, Marta Míguez fue olímpica, lanzando jabalina, con notable esfuerzo desde que comenzó a jugar al balonmano en Cortegada.
Es que la vida da vueltas sin parar. Que se lo digan a la hoy secretaria xeral para o Deporte, que hace escasos días recordaba en Santiago, distinción mediante, los logros de pioneros como Isma Santos, a este sí que lo vieron muchos en el Real Madrid; el exinternacional del balompié, Cesáreo Rivera; el maestro del primigenio full contact, Carlos Conde o el incansable lanzador, Luis Nogueira. Que los gigantes también existen más allá de los focos. Eso sí, no me olvido de mi amigo Manolo Losada. Porque todas las gestas hay que contarlas.