Don Trino, toda una vida en las aulas: «Yo, con 66 años, aún parezco un chaval»

Pablo Varela Varela
pablo varela OURENSE / LA VOZ

BEARIZ

José Trino Grande es maestro en el IES Manuel Chamoso Lamas, de O Carballiño
José Trino Grande es maestro en el IES Manuel Chamoso Lamas, de O Carballiño Miguel Villar

El maestro del IES Manuel Chamoso Lamas, uno de los más veteranos de la provincia, comenzó a dar clase en la mili

24 ene 2021 . Actualizado a las 05:00 h.

Cuenta José Trino Grande, maestro de 66 años, que cuando daba clase en Beariz llegó un día Manuel Fraga, que iba de visita. «Se quedó a comer en el colegio. Y los padres que vinieron llegaban y me decían: ‘Buenos días, Don Trino’. Y a Manuel, el alcalde del municipio, lo saludaban: ‘Buenos días, Manolo’. Fue un detalle que a Fraga le sorprendió», dice riendo.

Grande, ourensano de los jardines de O Posío y uno de los docentes más veteranos de la provincia, imparte clases en el IES Manuel Chamoso Lamas, de O Carballiño. Allí lleva dos décadas dejando su sello particular, el de un enamorado de su profesión que percibe una diferencia entre maestro y profesor: «El primero es el que está constantemente atendiendo a los alumnos, sea dentro o fuera de la escuela». Sus primeros pupilos, sin embargo, no estaban en edad de ir al recreo. Empezó a trabajar antes de ir a la mili, y cuando le tocó su turno para hacer el servicio lo hizo como maestro de batallón durante un año. Se encontró de repente con chavales de 18 y 19 años que, en muchos casos, no sabían leer o escribir. «Muchos de ellos venían de zonas agrícolas y el índice de alfabetización era bajo», recuerda. De aquellas hornadas, estima, salieron unos 400 jóvenes que se familiarizaron con la lectura.

Tras aquella etapa, llegó en el 1977 a Buxán, en O Bolo. Apenas fue un año, cuando la escuela unitaria del municipio integraba a niños de seis años con adolescentes de 16. «Recuerdo que en el edificio, en el sótano, había una bodega», dice. Corrían vientos de cambio y así lo experimentó al llegar a Beariz, la que considera su segunda casa. Allí nació uno de sus dos hijos, que no ha perdido sus raíces y también trabaja en la comarca. «Es médico interino en el servicio de urgencias de O Carballiño», cuenta Don Trino. En Beariz dio clase a alumnos que ahora tienen 58 años. Es decir, apenas ocho menos que él. Tiene su lógica, porque se puso ante el encerado siendo muy joven. Pero además, ante él tuvo a más de un adolescente que, con el tiempo, se marchó a México a hacer pequeñas fortunas.

En el año 1998 desembarcó en el IES Chamoso Lamas y ya no se marchó. Por edad, podría estar jubilado, pero optó por no hacerlo mientras el actual equipo directivo siga en mandato. «Tengo una prórroga hasta el 31 de agosto y nunca tuve enfermedades graves. Siempre me he encontrado bastante bien», dice. No se le agota la gasolina a Don Trino, que acude al instituto carballiñés a las 8.30 horas y no se despide hasta las 19.15. Su especialidad son las matemáticas, y solo da clases en Secundaria, pero también ejerce como secretario en el centro educativo, así que al final echa prácticamente todo el día allí. «El trabajo no me mata porque estoy haciendo lo que siempre me gustó. Sé que me voy a jubilar aquí, pero aún parezco un chaval. Tengo 66, y me echas perfectamente 65 y medio», bromea. Así que, por ahora, le queda cuerda para rato.

Más allá de las aulas

Don Trino, testigo directo de cómo ha ido cambiando la provincia a nivel demográfico, recuerda que muchos de sus alumnos en Beariz fueron moviéndose progresivamente hacia O Carballiño para continuar sus estudios. Esa dinámica de concentración de vecinos en las villas o la ciudad no es nueva, sino que hunde sus raíces en el tiempo. «Los pueblos se han ido despoblando poco a poco, y es una pena», lamenta. Él pone el ejemplo de Boborás como uno de los municipios que pelean para revertir esta tendencia desde los servicios públicos. «Ofrecen atención a los más pequeños a primera hora de la mañana y el comedor escolar funciona muy bien», razona.

El aprecio de sus alumnos

Para Don Trino, el motor de su día a día no ha cambiado. «El maestro es que el no puede pasar de todo. Si ve a un alumno haciendo algo incorrecto, tiene que tratar de corregirlo de buenas maneras incluso fuera de las aulas, aunque luego no te haga caso», explica. Su ilusión, la del futuro, es que sus consejos dejen huella en el tiempo: «Me gusta mucho hablar con los chavales. Y tener esa satisfacción de que, cuando te vean por la calle, te pregunten qué tal estás».