La ruta secreta de los onironautas

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Exposición de Ana Hernández San Pedro.
Exposición de Ana Hernández San Pedro. Santi M. Amil

Ana Hernández San Pedro presenta su nueva colección en la galería Visol

27 mar 2023 . Actualizado a las 05:00 h.

«La humanidad ha tenido siempre miedo de las mujeres que vuelan, pero no por brujas, sino por libres». Rozalsky.

La galería de arte Visol y la creadora Ana Hernández San Pedro, presentan la exposición Onironauta en el conocido espacio expositivo ourensano, una extraordinaria y esperada colección con la marca propia de la artista y su lenguaje sorprendente, mestizaje de realismo mágico y neobarroco con una caligrafía personal no exenta de angustia y un universo creativo femenino y onírico que dulcifica la tortura de la zozobra existencial y en su vértigo atraviesa mundos inescrutables de exorbitante imaginación e infinita belleza.

La pintora extremeña alude en el título de la exposición a un estado de conciencia similar al de la vigilia mientras se sueña, capacidad desarrollada por algunas personas que de manera extraordinaria, experimentan sueños lúcidos, siendo capaces de controlar a su voluntad el lienzo onírico. Ana personifica sus espacios íntimos como proyección de realidades y pensamientos tan existenciales como trascendentes, trasladando con la efervescencia de una profusa imaginación ese élan vital propio de una sensibilidad única.

La voz y el arte de una de nuestras creadoras de referencia que como si de una ventrílocua se tratara utiliza a sus enigmáticas dolls como pretexto para elaborar como narradora omnisciente un discurso de final abierto dentro del universo femenino en todas sus facetas, actitudes, emociones y lenguajes. Visión ginocéntrica con posicionamiento vital que representa un complejo y rico mundo interior a través de unas presencias femeninas autorreferenciales convertidas en símbolo.

De Paestum a Cáceres, su elocuencia creativa de muñecas articuladas y ausentes puppets y distante e indiferente maniquí, se aleja tangencialmente de una lectura superficial derivada de su pátina preciosista a un inquietante estado de alerta sobrecogedor en las herméticas cerraduras, las irónicas y enternecedoras joyas animales y un halo de existencialismo en los dulces que como cruel memento mori se derriten como el tiempo y la belleza en Golosa con la pérdida de información que distorsiona en la ausencia de sus miembros fundidos.

Remite en su capciosa irrefutabilidad a la Vánitas, bodegón o naturaleza muerta que en el siglo XVIII se consolidó como un género independiente; inquietud presente en la historia del arte desde los cráneos pompeyanos al barroco pasando por las danzas de la muerte medievales que hacían referencia a la caducidad de la vida y la futilidad de los placeres mundanos. Esta influencia del arte flamenco, se aprecia en multitud de detalles clásicos, calaveras, joyas, burbujas y en una revisión contemporánea en los tatuajes como una manera de fijar y hacer prevalecer en el tiempo una imagen.

Traslada a su iconografía personal el literario mundo de Alicia en un país que no siempre es maravilloso con múltiples alusiones a los personajes del relato como el sombrerero, el conejo y su inexorable reloj, el gato de Cheshire y la propia Alicia transformada en Click de Famobil o tatuaje.

Plena de reminiscencias y revisiones de otras pinturas en su interpretación rococó de El columpio de Fragonard y en la alusión a La Creación de El Bosco en el único retrato masculino de cuyo pecho emerge como tatuaje de una caja torácica vaciada de entrañas salvo por el corazón. Enigmática resulta esta obra cuyo lema, Ipse dixit et facta sunt, enmarca una figura tocada por un sorprendente sombrero cacereño femenino adornado con un broche en el que invierte, como en un juego de espejos, el motivo principal de El matrimonio Arnolfini de Jan van Eyck.

Los roedores pueden remitir a Black le rat o Banksy y reinterpreta con caligrafía pop iconos del mundo Disney.

La orografía exuberante de los cabellos remite al Quattrocento y en la forma voluptuosa y la temperatura del color establece un juego plástico e intelectual con una técnica impecable de óleo sin boceto previo.

Inmersas en un ambiente onírico retrofuturista o sumergidas en el mar, las muñecas presentan una profunda introspección psicológica que altera los parámetros contextuales de espacio y tiempo para situarse en un no lugar de la inocencia. Alegorías a través de una suerte de estado hipnagógico para atrapar lo onírico como si de una taxidermista de la belleza se tratara. Ana es una psiconauta de los afectos que atesora la llave del exceso y del engaño de los sentidos a través de una naturaleza expansiva de erotismo femenino.

Los zapatos desparejados de Cenicienta siguen sin encontrar la horma perfecta.