Conocí a Laureano Bermejo hace unos quince años, cuando contribuyó a poner en marcha la estructura ourensana del partido de Rosa Díez, Unión Progreso y Democracia. Era la primera incursión en política de un profesor de autoescuela de poco más de treinta años y la verdad es que se le veía muy ilusionado e implicado. Lo que está claro es que le cogió el gusto, porque cuando UPyD empezó a diluirse, él buscó pronto acomodo en Ciudadanos, que entonces era un proyecto emergente. De hecho, fue gracias al partido naranja como logró por fin un cargo electo, concretamente como concejal en la capital ourensana. Sin embargo, cuando su principal referente político, Fran Hervías, se fue al PP, Bermejo también abandonó la militancia de Ciudadanos. En esos primeros meses como no adscrito, sus votos en el Concello de Ourense se alinearon con los de los populares, pero a él no le abrieron las puertas como a Hervías; más bien al contrario. En el año 2019, el partido naranja no quiso pactar con José Manuel Baltar en la Diputación, el PP culpa a Bermejo de ello y no se lo perdonan. Ahora, desde hace ya unos meses, vota siempre lo que Gonzalo Pérez Jácome le dice que vote, incluso este viernes cuando se debatía sobre la elección como rey Baltasar de una persona doblemente condenada por abusos sexuales. En lugar de ponerse del lado de las víctimas que tuvieron que ver cómo ese hombre era jaleado por las masas, consideró oportuno defender el derecho a la «intimidad» y la «reinserción» de ese individuo. Como dijo Natalia González, del PSOE, parece claro que quien quiere reinsertarse es Bermejo en la lista de DO.