Mi médica

Ruth Nóvoa de Manuel
Ruth Nóvoa DE REOJO

OURENSE

MIGUEL VILLAR

30 jul 2022 . Actualizado a las 05:00 h.

Mi médica de cabecera me acaba de dar un disgusto. Se jubila. Y yo, que me alegro por ella, no puedo evitar sentirme un poquito huérfana. Porque aunque no tenga ningún problema grave —nada que ella no haya sabido solucionar con recetas y con palabras— me resultará difícil entrar en otra consulta para contarle mi vida a un desconocido. Al final, vayas con tu hipotiroidismo o con tu migraña, lo que le pones al doctor sobre la mesa es tu vida. Lo saben bien los cientos de médicos de cabecera de esta provincia envejecida que tienen cada día ante la puerta a pacientes que, además de un diagnóstico, necesitan sentirse atendidos y comprendidos.

Mi médica es una mujer seria, lo que me daba mucha tranquilidad, y resolutiva, lo que me resultaba muy útil. Recuerdo la primera vez que me atendió. En el pequeño despacho que le habían asignado apenas cabíamos ella, yo y mi barriga de embarazo gemelar de casi siete meses. Me ayudó a sacudirme la autocompasión —puedo asegurar que la vida me pesaba entonces un poquito, aunque solo fuera en kilos— y me pareció estricta. Me gustó. Han pasado once años desde entonces y me llevo unas cuantas cosas. Por ejemplo, una lección sobre la sanidad. Sobre lo importante que son los que están en las consultas y construyen el sistema con su conocimiento y su voluntad. Sobre la falta que hace que el sistema los cuide, para que nos cuiden. Y además de consultas, análisis, recetas y volantes me quedo con su empatía y con sus consejos. Como aquel que me dio un día que yo creía que tenía que ser una superwoman y hasta me costaba respirar: «Ten compasión de ti». En eso estoy doctora. Gracias.