La lavadora

Ruth Nóvoa de Manuel
Ruth Nóvoa DE REOJO

OURENSE

31 ene 2021 . Actualizado a las 05:00 h.

La vi el primer día con los bares cerrados de noviembre. Iba pendiente de qué locales tenían la puerta abierta para coger un café para llevar. Mientras otros caían ante la cafeína, ella lo hacía ante las luces y la música de la máquina tragaperras. En una esquina del local, con cierta improvisación, como si pasara por allí, con el bolso colgado, apuraba las monedas, sin apenas mirar a los lados. Era primera hora de la mañana. La seguí viendo días después.

Este miércoles la hostelería volvió a quedarse solo para que pillemos un café de camino. Y volvía a estar en la misma máquina. Me pareció que con urgencia. Y pensé en cómo tiene que ser madrugar para salir a jugar. A jugar así.

Las adicciones me dan miedo. Me parecen algo terrible porque creo que, de caer en una, me costaría mucho salir. Tiene que ser durísimo pelear contra uno mismo cuando sabes que te estás haciendo daño (y probablemente también a los demás) y no eres capaz de parar. Tiene que ser durísimo cuando ya te rindes y te da todo igual.

Cuando era pequeña nos dieron una charla sobre alcoholismo en el colegio. Recuerdo lo incómodas que eran las butacas del salón de actos. Y lo incómodo que era escuchar a una señora (tendría la edad que tengo yo ahora) que podía ser nuestra madre contando cómo se emborrachaba. Nos contó que era una persona normal. Y que llegó un momento en el que para ocultar su adicción a la familia escondía la botella en el tambor de la lavadora. Cuando ese día llegué a casa tiré la mochila y me fui al balcón. Disimulando. Abrí la lavadora. Estaba vacía. Fiu. Mi madre me preguntó qué hacía. Y solo pude contestar: «Estoy buscando un calcetín».