La cosa es que amanezca

Ruth Nóvoa de Manuel
Ruth Nóvoa DE REOJO

OURENSE

10 feb 2020 . Actualizado a las 16:32 h.

Se me está muriendo divinamente, te lo juro. Es solo una de esas frases de Amanece que no es poco que tenemos grabadas en la memoria y que nos recuerdan a José Luis Cuerda, ese manchego que quiso ser del Ribeiro. La decisión del cineasta de hacerse ourensano cuando la provincia empezaba a vaciarse probablemente tenía sus raíces en el humor absurdo que le inspiró para su película más icónica. O simplemente se dejó conquistar por este rincón inigualable, donde la gente es capaz de meter el alma de una tierra dentro de una botella. En todo caso, que eligiera Ourense a mí me permitió, hace trece años, hacerle una entrevista en el balcón de su bodega.

En dos décadas de oficio se te olvidan los artículos que escribiste, los reportajes que redactaste, las llamadas que hiciste o las personas con las que hablaste. Pero, revisando esta semana, tras su fallecimiento, las fotos que le hizo entonces mi compañero Santi M. Amil, recuerdo perfectamente la luz de aquel día de sol, refugiados en la madera del balcón, y el aroma del Sanclodio, su vino, con el que ejerció de anfitrión. Yo, que me esperaba a un cachondo a la altura de Teodoro, recuerdo la tensión. Era serio y duro. No desagradable. Pero estaba claro que allí no estábamos para hablar de la farándula sino de cosas importantes: su cine y su vino. Por eso estuve alerta durante toda la entrevista, que no me atreví a convertir en charla. Y ahora se lo agradezco porque nunca hay que bajar la guardia cuando tienes la grabadora encendida.

Realmente a Cuerda le agradezco algunas cosas más. Las risas de Amanece que no es poco, claro, que ponen en común a un montón de gente diferente; que hubiera dirigido (con cursiva, ojo) la Tesis de Amenábar, que me fascinó en mis años de estudiante de Ciencias de la Información, tanto que acabé escribiendo un proyecto sobre ella; y que me dirigiera, con el rodaje de su película, a Girasoles ciegos, uno de esos libros que duelen.

Durante muchos años tuve en casa la botella (vacía) que aquel día me regaló al despedirse. A mí, que soy cero mitómana, me hacía ilusión. En esta provincia, a otros, con muchos menos méritos y menos vínculos, se les han levantado estatuas (la estatua es una forma de hablar). A él habría que haberle dicho antes de que se fuera lo que le gritaban al alcalde de la película: «Todos somos contingentes, pero tú eres necesario». Pues eso.