Voluntarios

Fina Ulloa
Fina Ulloa RECANTO

OURENSE

02 ago 2018 . Actualizado a las 19:53 h.

Hay muchas formas de ejercer la solidaridad, pero personalmente creo que ninguna como la de aquellos que precisamente no aportan nada tangible, sino que empeñan algo tan valioso, relativo y efímero como el tiempo. Uno puede comprar una rifa, hacer un donativo, asistir a un concierto o pagar una cena cuya recaudación sabemos que se destina a ayudar a otros; pero todo eso supone, únicamente, un sacrificio económico -mayor o menor, dependiendo de cada uno-. No hay más implicación anímica que la del ratito en el que decidimos cuánto aportaremos, si vamos u optamos por la fila cero. No perdemos nada de nuestra vida, no tenemos que verle la cara al que va a recibir la ayuda. Pero ¿cuántos estamos dispuestos a ceder varias horas de nuestro tiempo libre, semana tras semana, para trabajar por los demás? Todos sabemos cuál es la respuesta a esa pregunta. Y, sin embargo, hay más ourensanos de los que parece capaces de ese sacrificio e implicación personal. Ahora, en agosto, mientras muchos hacemos malabares para sacar tiempo para una escapadita a playa América, otros están organizando estanterías en el Banco de Alimentos, acompañando desde Cruz Roja a mayores que viven solos, ayudando a clasificar ropa o a servir a quienes acuden al comedor de Cáritas o atendiendo a cientos de niños en el campamento urbano de Amencer. Y hay personas que no se limitan a dedicar unas horas al día o a la semana a esa solidaridad; sino que abren sus hogares durante todo el verano a niños que necesitan salir de su entorno para preservar su salud. No creo que haya manera de agradecer lo que hacen. Aunque, quizá, tampoco lo buscan.