La asociación de A Follateira dinamiza la actividad cultural y social del barrio
31 ene 2018 . Actualizado a las 16:05 h.El movimiento vecinal no pasa por su mejor momento. Ni en cuanto a imagen pública ni tampoco en cuanto a efectivos. Los que ven los toros desde la barrera desconfían de las asociaciones por su fama de politizadas, mientras que los que están dentro no dejan de enviar mensajes reivindicando su labor altruista y demandando un relevo generacional que no acaba de llegar. Una de las que tienen más solera en la ciudad es la del barrio de A Follateira, un núcleo de población que se ha aglutinado durante décadas en torno al último tramo de la avenida de Buenos Aires en dirección salida de la ciudad. El año pasado cumplieron treinta años en la brecha vecinal. Sus dos últimas dirigentes explican en La Voz las dificultades que pasan en el día a día para mantener a flote el local vecinal y las actividades que con tanto mimo organizan. María Luisa Pérez estuvo trece años al frente del colectivo, es decir casi la mitad de su existencia. Hace un año le cedió el testigo a María Milagros Fernández, que se muestra un tanto escéptica de cara al futuro del movimiento vecinal. «Nosotros vemos que las actividades se reducen y que está todo un poco alicaído», señala.
A la hora de buscar los motivos que explican este descenso en el furor por el movimiento vecinal, la actual dirigente explica: «La gente al final tiene que pagarse prácticamente todas las actividades y a mucha se le hace cuesta arriba». Aunque no quieren caer en la nostalgia, de la conversación con ambas líderes vecinales trasciende que en su caso se cumple la máxima de que cualquier tiempo pasado fue mejor. La asociación nació hace tres décadas gracias al empeño de once vecinos que se reunieron y crearon el colectivo. Su primera misión fue la de recuperar las fiestas del barrio, que llevaban por aquel entonces años sin celebrarse y que eran un símbolo de la convivencia vecinal. Tienen lugar en mayo y no responden a ninguna cita con el santoral, sino que se celebra la caída de la hoja en la primavera. «Se montaba el palco a la altura de la fuente del barrio y se juntaba mucha gente», recuerdan.
En los tiempos de bonanza, la asociación llegó a contar con 800 asociados. Ahora apenas quedan 150 supervivientes. El magosto era otra celebración multitudinaria en A Follateira, que reunía a más de 600 personas y obligaba a cortar el tráfico. Dentro del local también hubo años de muchísima actividad social y cultural. Contaron con una banda de gaitas que representó al barrio en competiciones de primer nivel y también una coral. La oferta cultural se completaba con un grupo de teatro que contaba con la estimable colaboración de Mariluz Villar. «Todo el mundo participaba y éramos una comunidad muy activa», señala María Milagros.
Pero el movimiento vecinal no se puede entender sin su carácter reivindicativo. Esa delgada línea roja que separa a los representantes de las asociaciones de los políticos. «Contamos con mucho apoyo en tiempos del Concello y de la Diputación», aclara María Luisa, que durante trece años lidió con ellos. Explican que el colectivo fue una correa de transmisión de las demandas de los habitantes de A Follateira y que se lograron mejoras como la ampliación de las aceras y su humanización, así como la renovación del alumbrado. Es un trabajo, señala la expresidenta, en ocasiones ingrato: «Haces lo que puedes, pero la verdad es que es un puesto que quema mucho. Hay gente que te viene y te dice que tiene un bache delante de la puerta de casa y que le digamos cuándo van a ir a arreglárselo. Y nosotros somos una asociación de vecinos y no una empresa de asfaltado».
Aunque se han logrado mejoras, ambas coinciden en que la lista de demandas es larga y en ella se incluye en mayúsculas la continuidad de las aceras en la avenida de Buenos Aires hasta conectar con la carretera de Trives o la humanización prometida de la avenida Otero Pedrayo y que se convierte en un vial estratégico para los vecinos de A Follateira. Están convencidas de que la unión hace la fuerza y recuerdan, por citar un ejemplo, cuando se construyó el bloque de viviendas donde se encuentra en la actualidad la asociación de vecinos y la característica fuente del barrio. «La querían tirar y hubo vecinos que se pusieron delante de las máquinas para frenarlo. Y al final se consiguió que siguiera ahí», presume orgullosa María Luisa.