Un fantasma en la escalera

tareixa taboada OURENSE

OURENSE

Santi M. Amil

Vestigios del pasado a través de la cámara de Iñaki Matilla en Galería Photo Art

24 oct 2016 . Actualizado a las 05:00 h.

«Recordar es fácil para el que tiene memoria. Olvidarse es difícil para quien tiene corazón». Gabriel García Márquez.

El fotógrafo Iñaki Matilla presenta en Galería Photo Art la exposición Vestigium, una serie que ilustra el inexorable paso del tiempo y su efecto devastador en lo material y en la impronta que en él dejaron sus habitantes antepasados. Esta obra digital puede visitarse en el espacio dirigido por el fotógrafo Angel Sotelo, Galería Photo Art (Avenida de Buenos Aires, 79) lugar de estudio, taller, exposición y difusión de la fotografía contemporánea.

Matilla se cuela, clandestino, a través del ojo vítreo de su cámara en zonas reservadas, prohibidas, cerradas, introduciendo en el espectador la corrosiva perversión del voyeur y en su furtiva mirada, invasiva, impertinente y esquiva en el desvelo de hallarse descubierto. Su intención es inventariar, catalogar útiles y espacios. Los escenarios objeto de estudio están, en ocasiones, intervenidos por la mano del fotógrafo, que crea con la menor alteración de la disposición de los objetos, la composición de una escena narrativa, una atmósfera concreta.

Como cronista de este deterioro, la casa es un animal herido por el olvido. El abandono hace mella en los pliegues acartonados de los papeles pintados, cuyo motivo afrancesado y aristocrático de la flor de lis, desconcha su rancio abolengo. Desolados en la soledad de su reflejo, los muebles devuelven la imagen de su deterioro con solemne arrogancia y la dignidad del que exhibe las cicatrices de sus victorias y derrotas. A las teclas de un piano, el tiempo le ha ido arrancando sus dientes de marfil.

Herederos de un pasado feliz, testigos nostálgicos de cómo, el olvido, más atroz que la humedad, va ganando espacio al recuerdo en una damnatio memoriae, vetusto castigo.

El fotógrafo se convierte en okupa, allanando el espacio cerrado, reservado, privado e íntimo. Es un arqueólogo que va descubriendo, registrando usos y costumbres, mobiliario, analizando el grado de deterioro que el tiempo acelera en los objetos olvidados.

Iñaki Matilla crea una estética intimista y lírica, al sentirse invadido por el propio espacio. Los crujidos en la escalera, entre cascotes de muro, el roce de las telas arremolinadas de los altos cortinajes como un murmullo, en el suelo retratos de familia, libros amarillentos, papeles humedecidos de periódicos viejos, el suplemento del ABC , Mundo Gráfico? Un baúl etiqueta Brasil-Portugal, una personalidad ilustre se retrata bajo la corona de laurel pluma en mano, y un compás? Aquel zapato de tacón, el cristal roto de la foto de boda, la ilusión, el caballito del niño y un metálico triciclo de la sala de juegos. El teatro de tres cuerpos y el iconostasio de la capilla que aún conserva parte de su policromía original, enfrente el coro sobre un arco chaflán y encima la bóveda de cañón, el doble enterramiento? El tiempo se transfigura vagando entre sus pliegues de ardores otoñales y el mordisco de la humedad y las grietas del existencialismo más descarnado.

La obra de Matilla contiene una carga emocional e introspectiva añadida al valor estético. Busca encuadres que potencien la intensidad expresiva de la imagen, aun descontextualizándola y con un estilo un tanto inquietante por el aura de irrealidad que logra a través de una atmósfera flotante, en la belleza perturbadora de lo prohibido, un halo fantasmal como un sfumato, que proporciona a la composición unos contornos imprecisos, así como la sensación de antigüedad y distancia. Es humo que distrae de la tragedia de lo cierto, llegando a crear una experiencia con el espectador, como reviviendo el instante en tiempo real junto al mismo, sin el resabio de la experiencia ya vivida.

Matilla profundiza en conceptos como la memoria colectiva, lo íntimo y lo público, la privacidad, la persistencia, la trascendencia o el olvido y el impacto que deja la huella de cada ser en la sociedad y en su entorno. Como cada fósil del pasado no es más que nuestro esqueleto anterior y como todos esos vestigios del pasado edifican nuestra historia próxima y han dibujado en nuestro presente nuestra propia fisonomía.

A través de las narraciones visuales de Iñaki Matilla, descubrimos de forma perturbadora el efecto del vandalismo nauseabundo en casas como cuerpos cerrados o abandonadas, espacios profanados testigos enmudecidos de alguna escena de la Viridiana de Buñuel.

crítica de arte