Carácter y exigencia al cuadrado

mar gil OURENSE / LA VOZ

OURENSE

PABLO ARAÚJO

La antropóloga María Martinón se siente deudora de su educación en Carmelitas con Rosa Barciela

13 ago 2012 . Actualizado a las 07:15 h.

Si de algo sabe María Martinón (Ourense, 1974) es de pasado. Como antropóloga forense nos ha servido muchas noticias desde Atapuerca y ahora, absorbida por su segunda cita con la maternidad, excava en su propio pasado alrededor de un pupitre. A su lado se sienta Rosa Barciela, su profesora de Física y Química y «su» directora.

De sus 38 años, María ha pasado 15 en el colegio de Carmelitas y en todo ese período Rosa Barciela ha sido omnipresente: «Todo ese tiempo recuerdo a Rosa como directora y alma del colegio; con mucho carácter, muy exigente, una directora que imponía, de la que escapabas, con la que te peleabas, pero, al pasar los años, tienes otra perspectiva: Tenía carácter y era muy exigente, pero en la vida solo se llega a los sitios con carácter, determinación y exigencia».

En esos tres elementos parecen encajar como un guante María Martinón y Rosa Barciela, la María Martinón que estudió Medicina «porque me parecía la disciplina más completa para abordar el ser humano» aunque «siempre tuve claro que quería hacer Antropología» y la Rosa Barciela ex-alumna de Carmelitas que forjó en este colegio su vocación, se hizo monja en 1953 y regresó como directora en 1980.

Eran tiempos de cambio y Rosa los introdujo en Ourense: «A mí me impactó siendo alumna la hermana Lucía Sagastasoloa, que entró de mayor en la vida religiosa y tenía un mundo impresionante, era como un aire nuevo». Barciela hace un recuento veloz por su vida docente: «Cuando empecé de directora en La Bañeza tenía lo que había entonces: rigorismo, exigencia unidireccional. Ahora ya no me encuentro reflejada en eso. Ahora hay un nivel de tolerancia y comprensión que no tenía en 1961, pero el ritmo de trabajo del alumno ha ido en proporción inversa por el ambiente social y familiar; los padres pierden las riendas muy pronto». Otro indicio del cambio: hoy solo una monja es profesora -de religión- en Carmelitas.

Como en un yacimiento, María recompone sus distintas capas: «Ahora soy adulta pero llevo puesto lo que viví. Este colegio es el paisaje de mi crecimiento, todo lo que he ido cambiando es crucial. Aquí es infancia, adolescencia, juventud. Aquí tengo amistades, formación académica excelente y formación personal, religiosa y moral; eso no se quita jamás».

Del mundo tras Carmelitas, María volvería al pupitre con Bermúdez de Castro y con Ángel Carracedo, «una persona excepcional que se me brindó cuando estaba desorientada». Ella lo tiene claro: «Es un privilegio encontrar una vocación y haber podido desarrollarla. Hay mucho trabajo de uno en eso, pero también soy agradecida a quienes me dieron una oportunidad». Desde Carmelitas hasta Atapuerca.