Un viaje que nos asusta

Cristina Sánchez-Andrade
Cristina Sánchez-Andrade ALGUIEN BAJO LOS PÁRPADOS

OPINIÓN

La poeta Mary Oliver (1935-2019), retratada en el 2005 leyendo junto a su perro Percy; su colección de textos «Vita longa» llegó hace apenas unas semanas a las librerías españolas.
La poeta Mary Oliver (1935-2019), retratada en el 2005 leyendo junto a su perro Percy; su colección de textos «Vita longa» llegó hace apenas unas semanas a las librerías españolas. Rachel Giese Brown | Errata Naturae

14 abr 2025 . Actualizado a las 05:00 h.

En las conclusiones de A Poetry Handbook, la poeta americana Mary Oliver (1935-2019) nos cuenta que tuvo desde muy joven un propósito concreto en la vida: convertirse en una «poeta de verdad» y que, para ello, tenía que reservarse todas las energías. Decidió no dedicarse a la enseñanza, por ejemplo, porque esta actividad le gustaba demasiado y temía que pudiera reemplazar a la otra. Trabajó por necesidad, sí, pero siempre en tareas carentes de interés para ella. Gracias a esta determinación, llegó a ser quien es hoy: una de las mejores poetas estadounidenses de los últimos tiempos, ganadora del Premio Pulitzer y del National Book Award.

Prueba de ello es el volumen bilingüe que acaba de publicar Lumen, Devociones, poesía reunida. Se trata de una selección con lo mejor de una trayectoria de más de cinco décadas. Como dice Andreu Jaume en la introducción, su poesía está «poblada de todo tipo de árboles, flores, tubérculos, pájaros, serpientes, roedores, peces, minerales, tormentas, fenómenos lumínicos, descritos siempre con una extraordinaria precisión casi científica». Además de esta conexión con la naturaleza y con lo espiritual, hay una punzante presencia de lo sensorial. Y es que, la poesía no está hecha de pensamientos, sino de experiencias que transforman nuestros cuerpos. Oliver consigue que las palabras, los ritmos y las imágenes estén vivas. Están vivas palabras como «la gloriosa risa» o «las nubes descargando fardos», porque las podemos oír; o las que podemos saborear como «acidez»; o tocar, como «la combinación perfecta de seda y lino» (para un cisne) o el «pelaje grueso»; u oler como la «yerba fragante».

Oliver convierte la vida en poesía y la suya tiene el don de susurrar al oído del que lee buscando respuestas. Como en el poema Almacén, en donde habla de deshacerse de las cosas que acumulamos durante la vida y que de nada sirven («¡Que ardan, que ardan! ¡Haced/ un buen fuego! ¡Más sitio adentro/ para el amor, los árboles! Las aves/sin pertenencias, que por eso vuelan»). O, cuando en el poema Para Tom Shaws S. S. J. E. (1945-2014) nos dice que, ante la muerte de un amigo, el frío menguará, «más siempre estará contigo».

Pero ¿y si no tenemos tan claro nuestro propósito como ella?, nos podríamos preguntar muchos. Para dar respuesta a eso, Oliver también escribió un bellísimo poema, uno de los más conocidos, llamado El viaje. De manera sencilla y directa, nos cuenta que la vida es un viaje que no siempre nos atrevemos a emprender, un viaje que a veces nos asusta, nos preocupa o inmoviliza… hasta que un día sabemos lo que tenemos que hacer («lo único que podías hacer»), y lo hacemos.