El aislamiento de A Mariña y Ortegal
El pasado domingo La Voz, en las ediciones de A Mariña y Ferrol, publicaba un interesante reportaje sobre las desfasadas infraestructuras viarias en estas demarcaciones. Hace muchísimos años que estamos asistiendo al abandono y consiguiente declive de dos zonas que fueron preponderantes gracias a su riqueza natural tanto en el marco terrestre como en el marítimo. E incluso por su situación geográfica.
Es difícil entender que con el paso del tiempo se llegara a esta situación catastrófica y, lo que es peor, irrecuperable. Porque las empresas establecidas fueron buscando zonas donde el coste de su actividad fuera competitivo. Y las nuevas empresas huyen de zonas mal comunicadas.
¿Quiénes son los culpables? Claro que sí, los políticos, pero no son los únicos. No se entiende que cuatro puertos punteros (Cedeira, Cariño, Celeiro y Burela), la factoría Alúmina Aluminio o la riqueza forestal de todo este contorno estén usando las mismas vías de comunicación (carreteras y ferrocarril) de hace un siglo.
En A Mariña y Ortegal gobernaron y gobiernan a nivel autonómico y municipal partidos políticos de todos los colores. Lo mismo ocurre con diputados y senadores en el Parlamento. Pues bien, fueron incapaces de conseguir que estas zonas caminaran al mismo paso que el resto de Galicia.
Pero nosotros, sus habitantes, también somos cómplices, porque muchas veces nos manifestamos por causas banales y dejamos las más importantes. Y los empresarios tampoco se van de rositas, porque no supieron llamar a la puerta adecuada, o llamaron y se conformaron con una respuesta poco convincente. Y no vale hacerlo ahora, cuando su puerta se cerró para siempre. Vicente Fernández Iglesias. O Vicedo.
El golfo de América
La investidura de Trump nos vende una nueva economía, realmente basada en la vieja política y la economía clásica. «Vamos a perforar, baby», retrocede a los estertores del siglo XIX, cuando las petroleras consolidaron su poder económico y financiero, extendiendo sus pegajosos tentáculos hasta el día de hoy. El solemne acto institucional, acompañado de los nuevos amos del mundo —Tim Cook, de Apple; Elon Musk, de Tesla y SpaceX; Mark Zuckerberg, de Meta, y Jeff Bezos, de Amazon—, nos avanza un futuro distópico, en una suerte de aquelarre en el que se conjuran el poder político y económico. Nadie puede creerse que estos milmillonarios diseñen estrategias pensando en la clase trabajadora que apoyó a Trump masivamente; más bien, votaron en contra de sus propios intereses. Y habrá que preguntarse por qué. Tal vez porque las personas no buscan verdades, sino afirmaciones que confirmen su ideología, por muy incoherente que sea. Porque Trump se mueve como pez en el agua en la ambigüedad, la paradoja y la mentira flagrante. No tiene mucho sentido que celebre su presidencia aseverando que anulará todas las políticas que favorecen al coche eléctrico cuando su mano derecha es el presidente de Tesla, que, precisamente, tiene objetivos productivos en la Gigafactory Shanghai en China. Estoy convencida de que los ultrarricos que donaron cantidades obscenas a la campaña de Trump no lo han hecho para hacer América Great Again, si entendemos por América su tierra y su pueblo, sino para acrecentar sus imperios tecnológicos. El golfo de América se lo ha prometido. Carmen Vallejo. Pontevedra.