Un domingo del mes de junio del año 2006, el programa Cuarto milenio, dirigido y presentado por Iker Jiménez, compartió con sus espectadores la escalofriante historia del cosmonauta soviético Ivan Istochnikov. A partir de las investigaciones de un colaborador llamado Gerardo Peláez, aquella noche Jiménez se propuso brindar un homenaje a este viajero espacial borrado por el régimen tras fracasar una misión a bordo de la Soyuz II en 1968. Istochnikov había desaparecido en el espacio sin dejar rastro en un momento en el que la URSS competía con los EE.UU. por dominar el mundo. El traspié no solo fue ocultado por el Kremlin sino que la existencia misma de Istochnikov fue borrada de las fotos oficiales y su familia enviada a Siberia. En 1993, un periodista compró en Sotheby's un lote de material desclasificado procedente de la URSS. Y ahí reapareció el cosmonauta borrado por tenebrosas razones de Estado al que Iker Jiménez quiso devolver a la luz.
Todo en aquel reportaje parecía periodismo de investigación, todo estaba al servicio de la causa del misterio, había fotos y testimonios, todo parecía cierto, excepto la existencia misma de Ivan Istochnikov, que no era más que el protagonista inventado de un proyecto cultural que Telefónica encargó en 1997 al fotógrafo Joan Fontcuberta para advertir sobre la manipulación informativa y lo que en aquella época aún no había sido bautizado pero ya cheiraba, las fake news. Fontcuberta construyó un relato de apariencia cierta, aunque dejaba miguitas de pan para las almas críticas: el nombre del cosmonauta no era más que la adaptación al ruso de su propio nombre; las caras de fotógrafo y astronauta eran la misma y las familias de ambos compartían un parecido notable. Iker Jiménez no vio las miguitas. Veinte años después sigue sin verlas.