Mediaset ha hecho este año una jugada importante por recuperar el mando que tuvo en sus informativos, pero que no retuvo frente al empuje de Antena 3 y de La 1. La llegada de Carlos Franganillo, primero, y de María Casado, más recientemente, hablan claro de la apuesta de Telecinco por llegar de nuevo al primer puesto. En Cuatro el grupo de comunicación repuso la pasada temporada las noticias que había borrado de un plumazo. Sin embargo, en estos días aciagos de la tragedia de Valencia se ha puesto de manifiesto más que nunca esa bipolaridad en la que Mediaset se debate al ser arte y parte de eso que los americanos bautizaron como infotainment, el cruce entre información y entretenimiento. En su programación, tras el escudo de la actualidad, aparecen formatos que abonan el espectáculo, las noticias de alto impacto y las conspiraciones que sostienen que hay verdades que los medios esconden con fines oscuros, poniendo la gestión de una catástrofe y el misterio de las caras de Bélmez al mismo nivel. Después los informativos rigurosos cuentan la verdad y aquí no ha pasado nada. A los más jóvenes, a los que no ven un telediario y se informan por redes sociales, les llegó mil veces replicado el bulo que confirmaba con certeza que había cientos de muertos en el aparcamiento de Bonaire; muy pocas la noticia de que, por suerte, estaba vacío.