Lo peor de las declaraciones de Vinicius Junior es que al que más dañan es a él. Una pena. Le han pedido que se calle, le han dicho que disparando contra todo y todos se convierte en el símbolo de la marca anti-España. Vinicius juega a una velocidad que no es normal y esa aceleración lo hace un futbolista extraordinario, cuando acierta. Lo mismo parece que le pasa con su forma de ser. Tiene un carácter complicado y su comportamiento siempre al límite en el campo de fútbol abona las críticas y la bronca. Da la sensación de que al futbolista se le queda grande el papel que ha decidido asumir de líder mundial de la causa contra el racismo. Claro que hay racismo en España y en el mundo. Pero reclamar que a España deberían quitarle la organización del campeonato del 2030 por una minoría deplorable es un absurdo. Tenemos que seguir luchando contra el racismo, pero que Vinicius vaya contra el país que lo ha acogido declarando a una televisión extranjera que nos deberían imponer semejante castigo es un disparate.
Vinicius solo tiene razón en que en España hay muchos racistas. Demasiados, cierto. Pero siguen siendo minoría. Él mismo lo dice en la segunda parte de sus declaraciones. Se equivoca también en el nervio exagerado que le pone a su juego. Hay millones de imágenes en las que se ve que muchas veces es él quien provoca a los rivales que lo defienden. Y es él también quien se encara con el público. No justifica por supuesto a los energúmenos que van al estadio a gritarle y a insultarlo. Son tipos que no encuentran en sus almas vacías mejor manera de desahogar sus miserias. Pero no podemos negar evidencias como que el Madrid tiene una mayoría de jugadores negros y solo es a Vinicius al que queman. Hecho que no hay que dejar de condenar. No sucede solo en el club blanco. En otros muchos equipos hay negros y no reciben insulto tras insulto. No niego que España tenga una minoría racista muy activa. Lejos de los focos y de las estrellas como Vinicius, el racismo por desgracia se sufre en las categorías inferiores, ¡niños!, y en las competiciones de aficionados. Pero el jugador del Madrid que se jacta de haber conseguido las tres primeras condenas contra el racismo, totalmente cierto, no ayuda cuando ataca a la organización del Mundial en España y olvida que él jugó hace nada el mismo campeonato en Catar, en un país que no destaca por su cuidado con los derechos humanos, los derechos de las mujeres y los derechos de los homosexuales. Un sitio en el que se explotó a trabajadores de otros países que perdieron la vida para acabar los estadios a tiempo. Allí, Vinicius no tuvo problema en saltar al campo con Brasil sin abrir la boca. Como le reclaman todos los que aman el Madrid, el delantero tiene que hablar más con los pies, que es su trabajo, y bajarse del pedestal de las primeras páginas por declaraciones fuera de juego, de tarjeta roja. Sus palabras le van a afectar hasta en las votaciones del Balón de Oro. Otros compañeros como el correcto Bellingham despertarán más simpatías a la hora de elegirlos.