«Ja sóc aquí»

Nieves Lagares
Nieves Lagares Diez CONTRADICCIONES

OPINIÓN

María Pedreda

10 ago 2024 . Actualizado a las 05:00 h.

Cuenta la leyenda del humor negro español que cuando Josep Tarradellas pronunció, desde el balcón de la Generalitat, la famosa frase «ja sóc aquí», en una tumba ahora vacía del entonces Valle de los Caídos se oyó una voz aflautada que decía «porque yo estoy aquí». Casi medio siglo después, con Salvador Illa reclamando la herencia de Tarradellas, un nuevo y aflautado «porque yo estoy aquí» resuena por toda Cataluña, aunque esta vez la voz no procede de ultratumba sino de un lugar desconocido, y el emisor del mensaje no sea un muerto sino el más vivo, el más vivales, de los políticos que ha dado Cataluña.

Mientras todos esperábamos la inmolación de Puigdemont para detener el proceso de investidura de Illa, lo cierto es que al president le ha fallado ERC, y le ha quebrado el ánimo la posibilidad de que le detenga y la investidura continuara.

Si algo está claro en este culebrón es que llego un momento en que Puigdemont no estuvo seguro de que su detención sirviera para impedir que Illa fuera presidente, y que podía encontrarse en la cárcel durante meses mientras el socialista estaba al frente de la Generalitat, que tampoco está la justicia española para hacer experimentos.

Porque, por encima de cualquier otro principio, los cobardes no se inmolan, encuentran siempre una justificación para evitar sufrir las consecuencias de sus decisiones. Pero, al final, la cobardía en política tiene un coste alto y aunque no lo crean Puigdemont en Cataluña tiene más votos que afectos, porque la mayoría de los ciudadanos y ciudadanas, aunque le voten por representar el enfrentamiento con España, no le perdonan la indignidad de no haber ido a la cárcel como hicieron otros políticos catalanes.

El voto y los afectos no siempre van juntos, hay mucha gente enfadada con Sánchez que le sigue votando, y lo mismo ocurre con Puigdemont. Pero en el momento en que Puigdemont deje de representar ese desafío a España, que algunos han construido a lo largo del procés, las emociones negativas hacia Puigdemont tendrán más peso que las positivas. Y todo eso ha comenzado ocurrir en el mismo instante en que Illa fue investido presidente de la Generalitat.

Por eso, cuando Puigdemont dijo «aún estamos aquí», la parte más importante de la frase era el aún, engañoso, efímero como la voz aflautada e impotente que resonaba desde ultratumba.

Illa es president de la Generalitat de Cataluña, ha ganado esta partida desde el centro de la política, se la ha ganado al independentismo catalán, al centralismo madrileñista, al felipismo jacobino y, sobre todo, se la ha ganado a la derecha de este país, que se ha quedado sin esa Cataluña polarizada y polarizante que justifica todos los odios y resentimientos. Desde ayer, el valor de Puigdemont es nulo, está fuera de juego, es solo una rémora para la reconstrucción de Cataluña y de su propio partido, y Cataluña necesita de un partido nacionalista de derechas, sensato, dentro de su sistema político.

La marcha de Puigdemont posibilitará la reconstrucción de Junts, aunque es difícil, su permanencia lo conduce a la extinción. Pero como los cobardes no se inmolan, tampoco suelen marchar, y por eso tratará de aferrarse como una lapa al recurso de chantajear al Gobierno de España, solo ahí, puede pronunciar su aún estoy aquí, aunque ya a nadie le importe dónde es aquí.