La «ancestra» de la presidenta

Francisco Ríos Álvarez
Francisco Ríos LA MIRADA EN LA LENGUA

OPINIÓN

Raquel Cunha | REUTERS

08 jun 2024 . Actualizado a las 05:00 h.

«No llego sola, llegamos todas, con nuestras heroínas que nos dieron patria, nuestras ancestras, madres, hijas y nietas». Fue esta una de las frases más destacadas de la declaración que hizo Claudia Sheinbaum tras conocerse esta semana que las elecciones la habían convertido en la presidenta electa de México. Quizá haya escandalizado a algunos de quienes la escucharon que empleara el femenino ancestras, que creían inexistente. En ese registro oficioso que es el diccionario de las academias no aparece, en efecto, pero existir existe.

  

El origen de este sustantivo es el latín antecessor (‘el que marcha delante’ y ‘predecesor’ [en un empleo o cargo]). El francés lo convirtió en el siglo XII en su ancestre, que ha evolucionado al actual ancêtre. Pero el español tiró del francés antiguo y lo adaptó como ancestro, que tuvo notable difusión desde los albores del siglo pasado.

En español y en francés suele emplearse el sustantivo en plural en su principal acepción, ‘antepasado’, y tanto el diccionario de Seco como el de la Academia Francesa no ignoran que tiene femenino, aunque ambos le ponen a este la nota de «raro». La Academia Española, sin embargo, insiste en que es epiceno masculino, y a los amantes de la ortodoxia necesitados de referirse a un ancestro femenino les recomienda que empleen antepasada, así como ascendiente, que al ser común en cuanto al género permite aplicarle determinantes femeninos (una ascendiente).

Ancestra tiene poco uso. Uno de los primeros casos que encontramos salió de la pluma de un mexicano, el historiador y periodista Héctor Aguilar Camín, notorio opositor del todavía presidente López Obrador, al que ha tachado de pendejo y petulante. Dice en su novela El error de la luna (1995): «La hija huérfana de la hija tardía había mejorado el molde de sus ancestras en la serenidad de su belleza Gonzalbo».

No hace mucho se celebró en Montevideo el Taller Ancestra. Una mujer atrapada en una palabra que no existe. Al plantear el asunto señalaban tangencialmente a la Academia al reivindicar la voz ancestra: «Su inexistencia en el diccionario de la RAE denota la no inclusión de la mujer como referente directa en la trama familiar de descendencia de un linaje y por lo tanto en la influencia en el tejido social». Cambie o no esa situación, en el Diccionario entrará ancestra el día que su empleo se asiente.