Las monjas de los huevos

Eduardo Riestra
Eduardo Riestra TIERRA DE NADIE

OPINIÓN

Tomás Alonso | EUROPAPRESS

20 may 2024 . Actualizado a las 05:00 h.

A mí esto de las monjas de clausura de Belorado y Orduña me apasiona. Me recuerda a los niños chinos para los que, cuando yo era también un niño, los españoles de Franco dábamos limosna en unas huchas con cara de niño chino que las señoras agitaban por la calle el día del Domund. Pasados los años, los niños chinos crecieron, se convirtieron en miembros de la Asamblea Nacional Popular y fabricaron la bomba atómica. Es lo que tiene si administras bien las limosnas. Las clarisas, tras años recibiendo de las novias docenas de huevos, han descubierto la especulación inmobiliaria con un retraso de medio siglo, lo cual no es nada comparado con lo de Pío XII, el último papa reconocido por las religiosas rebeldes. Porque tras él vinieron Juan XXIII, que era un rojo, el hippy de Pablo VI y los libertinos subsiguientes. Un horror.

Alguien dice que las monjitas de clausura están manipuladas, que es como el chiste de aquel periódico, El Pensamiento Navarro, que se decía que una de dos: o pensamiento o navarro. Yo no sé si para enterrarse en vida, condenarse a cadena perpetua, se necesita alguna ayuda externa, digámoslo así. Yo recuerdo el disgusto de la escocesa Frances Erskine Inglis, marquesa de Calderón de la Barca, que en el siglo XIX lamentaba la moda de algunas jóvenes mexicanas de ingresar en los conventos. Aunque, todo hay que decirlo, muchas lo hacían acompañadas de su servicio doméstico. Lo que me consuela es que como portavoz han elegido a un sacerdote barista. Por algo se empieza.