Investigación y bioética

Ángel Guerra Sierra DOCTOR EN BIOLOGÍA. PROFESOR DE INVESTIGACIÓN DEL CSIC. PRESIDENTE DE LA ASOCIACIÓN GALLEGA DE BIOÉTICA.

OPINIÓN

COMUNIDAD DE MADRID | EUROPAPRESS

16 mar 2024 . Actualizado a las 05:00 h.

Hablemos de bioética. Los profesionales médicos tenemos un vivo deseo de aliviar el sufrimiento de los enfermos y sus familias. A través de la investigación clínica se trata de hallar soluciones a enfermedades graves. Investigar resulta imprescindible para avanzar en las ciencias experimentales. A mi juicio, compartido por numerosos científicos de distintas disciplinas, todo tipo de investigación, sobre todo si se desarrolla con seres humanos, tiene límites éticos que no se deben traspasar. La historia demuestra que no hacerlo ha conducido a consecuencias desastrosas. Siempre es posible avanzar respetando las fronteras de la ética. Así, por ejemplo, empecinarse en investigar con células humanas embrionarias conlleva destruir uno o varios embriones, lo que significa eliminar vidas humanas. Actualmente está demostrado que se puede investigar sin necesidad de ese tipo de células, e incluso que se obtienen mejores resultados empleando células madre adultas: una metodología respetuosa con la ética. 

 Por otra parte, en relación al diagnóstico genético preimplantacional (DGPI) lo que se selecciona es el embrión, que ya es un ser humano y dará lugar a un individuo sano o enfermo si no se impide su desarrollo. ¿Con que intención se realiza el diagnóstico genético preimplantacional (DGPI)? Con la de implantar en el útero de la madre un embrión perfectamente sano. Se trata de un proceso selectivo para asegurar un hijo sano. ¿Y qué se hace si el embrión no lo es? Se destruye. De esta manera, el DGPI se convierte en un acto eugenésico que busca elegir al ser humano en función de su herencia genética y destruir a los humanos imperfectos, que se consideran material biológico desechable.  

Algunos siguen obstinados en creer que los embriones carecen de valor porque no son vidas humanas. Pero existe consenso científico universal sobre el comienzo de la vida, que es el momento en que un espermatozoide penetra en un óvulo. Incluso los técnicos de la fecundación in vitro certifican que lo que transfieren a los úteros (con cuidado y primor) no son meras células desestructuradas, sino seres humanos. Porque precisamente ahí, en esa realidad biológica transferida, es donde está el éxito de la industria reproductiva. De lo contrario, sería un fraude para las parejas que pagan para tener un hijo.

La reproducción humana no es una mera cuestión religiosa, sino científica y filosófica que tiene que ver con la antropología. Es un hecho constatable que tanto científicos creyentes como no creyentes comparten el conocimiento señalado en el párrafo anterior. En todos los casos, los miembros de los comités de ética deben trabajar según datos científicos, el respeto a la dignidad humana, y a la deontología profesional. Garantizar la ética es garantizar la buena práctica médica e investigadora (sean o no creyentes).