Enseñanza para esos adultos a los que les quedan mucha vida

Cartas al director
Cartas al director CARTAS AL DIRECTOR

OPINIÓN

María Miguélez

01 feb 2024 . Actualizado a las 05:00 h.

Más estudios

En estos dos años que decidí continuar con esta carrera de fondo que es seguir no solo formándome sino mantener despierta y viva mi curiosidad por aprender, por mejorar o aportar más a mi vida profesional y personal, me he dado cuenta de que la mirada a los 18 años no es la misma que a los 49. Además de la presbicia, la capacidad de adaptación, la forma de disfrutar y el compromiso son diferentes; las ganas, la ilusión y el esfuerzo es similar. Creo, en cualquier caso, que lo que más hay que trabajar es el entusiasmo y la actitud. Hay opciones siempre para seguir estudiando. En el centro Ánxel Casal de A Coruña desde el primer día he recibido amabilidad por parte de cada persona que me he cruzado. Todo el personal del centro, especialmente los profesores, demostraron empatía a la hora de ponerse en el lugar de quienes decidimos estudiar a distancia, compaginar estudios y trabajo y de quienes queremos seguir sumando. Me he redescubierto; volví a tener sensaciones y sentimientos algo olvidados. El ruido de la cafetería, el bocadillo, exámenes, trabajos, papeles a sucio en donde seguir creando, escuchar a quienes les apasiona lo que hacen y cuidar lo que hace 20 años no cuidaba: mi ilusión.

He tenido suerte con la tutora de mi proyecto, que se ha puesto en la piel de cada una de sus alumnas y nos ha dado el tiempo que probablemente a veces no teníamos; con la escuela en la que hice las prácticas en donde me enseñaron y me dejaron volar; he tenido suerte de mantener siempre esas ganas y esa motivación porque lo cierto es que a mucha gente se la escucha decir «yo debería también pero....» y se conforma.

No hay nada que perder, todo es ganar y sobre todo querer. La carrera de fondo de la vida continúa y, por eso, todavía quedan por alcanzar muchas metas. Elena González. A Coruña.

 ¿Puede un filósofo atender una biblioteca?

Hoy les escribo a raíz de un hecho que tuvo lugar el 29 de enero. Este día se publicó en el DOG una orden por la que se convocaron unas becas de formación en biblioteconomía. En el artículo 10.1 se establece que, como requisito para acceder a ellas, se debe contar con una titulación universitaria en Biblioteconomía y Documentación o Información y Documentación, pero también en Historia, Historia del Arte, Filología, Lengua y Literatura, Ciencias de la Cultura y Difusión Cultural o Humanidades.

No tengo la intención de minusvalorar estas últimas carreras, ni de cuestionar que sean más o menos afines con las actualmente llamadas Ciencias de la Información y la Documentación. Pero, como persona graduada en Filosofía y estudiante de Documentación, me preocupa profundamente que las Administraciones públicas desconozcan tanto los conocimientos que adquirimos en el grado de Filosofía como para asegurar que nuestra formación no tiene nada que ver con la profesión bibliotecaria.

Este no es el espacio para hacer una justificación más pormenorizada. Mi intención al escribir esto es, solamente, transmitir mi preocupación ante el ostracismo profesional que estamos viviendo actualmente los filósofos, causado, entre otros motivos, por la incomprensión que se tiene, desde ámbitos sociales tan esenciales como la Administración pública, de qué es la Filosofía. Espero, pues, poner de manifiesto una situación social que vivo con profunda tristeza, ya que dificulta que personas que hemos optado por estudiar una carrera como esta podamos trabajar «en lo nuestro». C. S. R.

  Los miserables

Es tremendamente decepcionante que la ayuda a los palestinos haya quedado interrumpida por parte de algunos países de nuestro entorno. Me hago cargo de que sea preocupante que unos pocos trabajadores de Unrwa (organismo de Naciones Unidas) hayan colaborado con Hamás en el ataque terrorista del 7 de octubre. Pero que haya algún número de la Guardia Civil implicado en la corrupción del puerto de Algeciras, por poner el caso, no mancha la intachable trayectoria del cuerpo ni su permanente imagen de servicio.

Es un crimen, o como quieran denominarlo en su acepción, cortar la ayuda cuando más falta hace; cuando un 80 % de la población está desplazada y prisionera de Hamás y del régimen de Netanyahu en su propia tierra; cuando carecen de lo más elemental de la supervivencia.

¿Cómo nos hemos podido dejar arrastrar por la maldad? ¿Cómo el sectarismo y el odio nos priva de la compasión? Somos unos miserables para con los miserables. Quién sabe si, como dice la canción, allá en el cielo el ser supremo nos juzgará. Entonces tendremos lo que nos merecemos. Enrique López.