Bajo el auspicio del Xacobeo, llega en peregrinación un ramillete de magos para participar en el festival internacional de magia Galicia Ilusiona, que estos días y hasta el próximo mes de octubre se celebra en diversas ciudades gallegas, y al cronista le parece que no cabe mejor sede para tan sugestivo evento siendo como es la nuestra una tierra dadora de meigas y demás personajes de hechicerías. Lo que no se sabe es si la antedicha troupe llega volando por sus propios medios, imitando las habilidades de las brujas del Medievo, o si ya se decanta por las actuales maneras de surcar los aires, esas escobas con motor a reacción.
El cronista siempre ha profesado admiración a los ilusionistas, empezando por Juan Tamariz, con el humor de su magia y la magia de su humor, tan gran artista que toca el violín sin violín. Y continuando con René Lavand, eximio mago argentino que de niño sufrió la amputación de su brazo derecho, Maradona de la prestidigitación sin una pierna. El prodigioso Lavand, de haber querido, hubiera hecho aparecer de nuevo su brazo. Y sin olvidarse del lucense Dr. Saa, el Conde de Waldemar, miembro de la muy noble Academia de Hipnotizadores de Francia y que en la primera mitad del siglo XX habría de hipnotizar al mundo con sus epatantes números de ilusionismo, as de diamantes de los trucos con naipes, quien más lejos llevó la magia de cerca.
Está persuadido el cronista de que la visita de estos magos nos viene a los gallegos como anillo al dedo, e insta a que se solicite su ayuda. Al escapista, que nos ayude a escapar del cambio climático. Al que se sirve para su actuación de un enorme tanque de agua, que nos dé una poca para paliar la sequía. Al que hace gala de pericias malabaristas, que nos enseñe a realizar juegos malabares con los euros para llegar a fin de mes. Al que hace aparecer de su chistera conejos y palomas, rogarle que haga desaparecer jabalíes… y así con todos y cada uno de los problemas que se nos han echado al cuello cual serpientes pitón.
Hasta oídos del cronista llega que los magos visitarán la planta de Pediatría de hospitales gallegos para llevar unas inyecciones de alegría, unas tiritas de ilusión, unas grageas de fantasía. El cronista no lleva chistera. Pero sí sombrero, y se lo quita.