Debate con sentidiño
OPINIÓN
Magnífica lección la de Xabier Fortes en la dirección del debate de portavoces en la televisión de todos los españoles y españolas; y magnífica también la producción de un coloquio interesante, cargado de propuestas y donde, por fin, los ciudadanos pudimos enterarnos de las propuestas de algunos partidos.
Xabier ha hecho como los buenos árbitros, que se notan poco, que dejan jugar, pero sin que el partido se les vaya de las manos en ningún momento; quizás también porque la mayoría de los portavoces de los partidos habían aprendido del anterior debate, y se habían dado cuenta de que para discrepar no es necesario ni insultarse ni comportarse como dos energúmenos de la política.
No había que hacer mucho para mejorar el debate de Antena 3, sin duda el peor de la historia de nuestra democracia, producido más para exhibición de la cadena que para información de los ciudadanos, y por ello, más orientado al espectáculo que al valor democrático de los debates.
No fue solo culpa de Sánchez y de Feijoo, que nos regalaron un debate tosco, farragoso, repetitivo, vacío de argumentos y lleno de eslóganes y lemas de campaña. Ninguno se encontró bien en el debate. Sánchez gesticulaba y hacía muecas mientras trataba de buscar la cámara en el inicio; Feijoo, nervioso, con la boca seca, se refugiaba en datos estructurales para no reconocer ni un poco las bondades de la favorable coyuntura económica que atraviesa España.
Feijoo sabía que, si superaba el bloque económico con éxito, el debate le sería favorable; Sánchez no iba preparado para que su oponente le negara todos los datos de coyuntura positivos; parecía sorprendido. Sus estrategas no habían previsto que Feijoo calificara de mentira cada dato que ponía encima de la mesa, y le respondiera con cifras alternativas, que Sánchez, a su vez, también calificaba de mentiras.
Ambos hablaban uno por encima del otro, y aunque siempre llevó ventaja Feijoo en el tiempo de uso de la palabra, nunca dejó de quejarse de que Sánchez hablaba más, como si el reloj no estuviera allí. Los moderadores les dejaron hacer, no existían, no quisieron conducir el debate con la excusa de que los líderes se automoderaban, pero a esas alturas, en medio del primer bloque, el coloquio ya estaba perdido para los ciudadanos, como cuando el árbitro pierde el control del partido y después ya no lo puede recuperar y empieza a sacar tarjetas.
Es difícil entender por qué los moderadores dejaron que el coloquio discurriera de ese modo, sobre todo cuando hablamos de dos periodistas de una trayectoria profesional reconocidísima, pero lo cierto es que los debates tienen normas y hay que respetarlas; y por eso tiene tanto valor el trabajo de Xabier Fortes, de su debate con sentidiño, y de la televisión pública.