La deuda de Jácome con Ana Pontón

César Casal González
César Casal CORAZONADAS

OPINIÓN

MIGUEL VILLAR

20 jun 2023 . Actualizado a las 16:54 h.

El sábado se formaron la mayoría de los gobiernos en los ayuntamientos. Hemos visto de todo. Hemos asistido a lecciones para tomar nota y guardar en el recuerdo, en Galicia y en el resto de España. Pero también presenciamos una vez más cómo los odios y las inquinas han pesado más que el interés general.

La política siempre nos sorprende. Las estrategias de las formaciones han podido con el destino de algunas ciudades. En la constitución de los gobiernos en Galicia, uno de los focos estaba puesto en Ourense. En la tercera ciudad de la comunidad no gobierna un bipartito entre el PSOE y el BNG porque Ana Pontón se negó a esa solución. Existió la posibilidad de que el PP cediese su segundo puesto en las elecciones para facilitar con sus votos un alcalde del socialista Paco Rodríguez, tercera fuerza, junto al BNG, que entraría en el mando de la ciudad. El siguiente paso de este acuerdo a tres bandas sería que la lista del PP gobernaría la Diputación, con el previo sacrificio de la era Baltar.

Ana Pontón no quiso probar esta fórmula, que enfriaría de forma considerable el espectáculo que durante cuatro años ha sido el gobierno de Ourense. Esa necesidad se quedó en probabilidad, en conjetura. La política de estrategias y de líneas rojas con el Partido Popular impuestas por Ana Pontón y el BNG impidió un acuerdo para los ciudadanos entre las tres fuerzas autonómicas.

Algunos alejaron un cáliz que consideraron ajeno a sus intereses. No había que recorrer muchos kilómetros el mismo sábado para ver cómo el PP en Vitoria sí apoyaba al candidato del PSOE, segunda fuerza en la ciudad, para que gobernase la misma e impidiese que lo hiciese la lista de Bildu. El PP se sumó al PSOE y al PNV para alivio de los ciudadanos de Vitoria, a salvo, por esta decisión con altura de miras, de cuatro años de imposiciones sectarias e independentistas en Vitoria.

En Barcelona sucedió algo similar, una combinación hoy ya muy conocida en toda España. El PP ejerció de partido de Estado y respaldó con sus votos al socialista Collboni para que saliese elegido alcalde de la ciudad condal. Entraron en esta operación de interés general los comunes, que mostraron una flexibilidad que no tuvo el BNG. Así se evitaba que un pacto entre Junts y ERC le diesen el bastón de mando a Trías, un político de dudosa trayectoria y que iba a entregar sin pestañear la segunda ciudad de España al fugado de la justicia Puigdemont, como peón del mismo que es.

En Ourense, la única urbe de Galicia a la que ha llegado el AVE auténtico, la alta velocidad, no pudimos presenciar algo parecido, porque Ana Pontón no quiso. El hoy alcalde de Ourense está en deuda con ella.

Ahora solo queda esperar que impere el sentido común y que la gobernabilidad de la tercera ciudad gallega, cuna del galeguismo, tantas veces llamada Atenas de Galicia, se centre en la gestión sin estridencias. Lo mejor para los ourensanos sería que en su casa común se empiece a hablar de acciones de gobierno y se deje atrás la etapa de acusaciones sin fin y de señalamientos sin medida.