Leo una entrevista a seis de los penalistas más prestigiosos de Galicia. Todos llevan a cabo un trabajo extremadamente duro y claramente vocacional. Los casos que suelen llevar son de esos que muchos no entienden cómo pueden dormir tranquilos después de intentar que sus clientes sean absueltos o conseguirles las penas más leves posibles. Son profesionales del derecho y están convencidos que todo ciudadano tiene derecho a una defensa justa y que en ningún momento a un individuo, por muy culpable que parezca, pueda dejar de aplicársele la presunción de inocencia. Bajo ningún concepto puede producirse indefensión (artículo 24.1 de la Constitución). Estamos en un Estado de derecho y no en una república bananera donde se consiguen las confesiones a base de torturas. Toda mi admiración para esos profesionales que lo único que intentan es hacer bien su trabajo. Ellos no tienen que juzgar las bondades o maldades de sus patrocinados. Para eso están los jueces o los jurados. Solo tienen que ser buenos abogados defensores. Y lo son.