Lo que a la gente interesa del carnaval no es su esencia, sino la infinita variedad de maneras y formas de celebrarlo. Muchos estudiosos del carnaval y los turistas se interesan por las expresiones conscientes, sensibles y visibles de cada carnaval, por las cosas que hacen de cada carnaval algo diferente; por las particularidades del carnaval, pero las diferentes maneras de vivirlo no son más que variaciones de la misma cosa. Los unos estudian y buscan las prácticas y otros buscan la esencia del carnaval vivida de manera inconsciente. Estas variaciones se deben, en parte, a la influencia de la acción del individuo sobre el comportamiento de la masa y, en parte, a la influencia de la masa sobre el comportamiento del individuo. Las circunstancias históricas del grupo y las circunstancias de los individuos que componen el grupo explican las muchas y variadas formas y maneras de celebrar el carnaval. Pero todos deben saber que la esencia del carnaval es la misma, la de todos; que no se trata de fenómenos parecidos y semejantes, sino del mismo fenómeno celebrado de distintas maneras. El motivo y la función simbólica es disfrutar por unos días de la libertad que solo disfrutan los que vienen del otro mundo, cuya memoria nosotros celebramos porque el carnaval, para nosotros y los antepasados, para los de aquí y los de todas partes, es un rito funerario en memoria de los antepasados. Lo inconsciente que la gente celebra es la libertad solo propia y exclusiva de los habitantes del otro mundo que recordamos y en memoria de quienes se celebra el carnaval.
Desde siempre, el carnaval ha sido cuatro semanas, una cuarentena, como la cuaresma que vendrá a continuación. La sociedad agrícola siempre celebró las cuatro semanas. El carnaval no es para resarcirse de los sacrificios de la cuaresma ni un rito pagano, puesto que es anterior a la cuaresma y al culto idolátrico. El carnaval nace en el momento en que los vivos ritualizan la muerte y los enterramientos.