Demasiados arbitristas

Carlos G. Reigosa
Carlos G. Reigosa QUERIDO MUNDO

OPINIÓN

YURI KOCHETKOV | EFE

16 ene 2023 . Actualizado a las 05:00 h.

Los arbitristas son esos españoles que creen tener siempre una solución inmediata para los problemas más difíciles y peliagudos. Los criticaron Cervantes, Quevedo, Cadalso, Jovellanos y muchos otros a lo largo de los siglos. Pero los arbitristas han gozado siempre de buena salud y agudo ingenio en España. Así nos lo recordaba en noviembre de 1983 el historiador, escritor y periodista Fernando Díaz-Plaja, en un texto justamente titulado El arbitrista, en el que ponía el ejemplo citado por Cadalso cuando aseguró que «si hace falta agua en el sur y sobra en el norte, se construye un canal en forma de cruz de San Andrés a lo largo y ancho de toda la península y todo arreglado».

Hoy como ayer, los arbitristas siguen muy presentes en todas las clases sociales y ante todas las circunstancias adversas que surjan. Es como si no pudieran contener el talento que ellos mismos se atribuyen y que los lleva a una contundencia sin matices: «Eso, si a mí me lo encargasen, lo arreglaba todo en cuatro días». Y punto pelota. Así, acabarían con el paro obligando a cada empresario a contratar a diez trabajadores más, arreglarían las crisis de todos los clubes de fútbol y, por supuesto, también los conflictos internacionales. Porque, según ellos, lo único que hace falta es tener coraje, ambición y determinación.

Los arbitristas son, al parecer, una constante histórica que no decae entre nosotros. Basta con que alguien exponga la realidad de un problema de difícil solución para que tome la palabra un arbitrista y lo dé por zanjado con una resolución drástica y contundente. Sin más.

Lo malo es que toda la firmeza que irradian estos sabios pedantes se diluye ante la realidad de unos hechos para los que casi nunca hay una solución fácil. Pero estas adversidades son el alimento de los arbitristas, sobre todo de los políticos.