«Hooligans» en la política

Eduardo Vázquez Martul AL HILO

OPINIÓN

Eduardo Parra | EUROPAPRESS

06 ene 2023 . Actualizado a las 05:00 h.

Hooligan es un anglicismo que se ha generalizado para definir a los hinchas propensos a producir disturbios que pueden derivar en tragedias. Pero no todos los hinchas son violentos, incluso son en su mayoría pacíficos ciudadanos, que se alegran al ver ganar a su equipo o que aceptan la derrota cuando pierden.

Con el campeonato mundial de fútbol, y como máxima expresión en Argentina, tras ganar la copa del mundo, hemos podido comprobar la magnitud de este fenómeno capaz de movilizar a millones de seguidores, aclamando al líder. El problema empieza cuando la fiesta desplaza a la razón, transformando al ciudadano en un hincha violento y destructor. Es lo que pasa en estos acontecimientos en los que la alegría del triunfo pasa a la barbarie. Hay signos aislados pero inquietantes en nuestra sociedad que promueven aquellos abanderados de un mal entendido patriotismo, para atacar al adversario que no piensa igual. Peligrosa transformación si parte de la ciudadanía se transformase en hooligans que solo persiguiesen ganar a cualquier coste, aunque haya que utilizar una dialéctica exenta de rigor. Acuérdense del asalto al Capitolio en un ataque del peor populismo a una de las más antiguas democracias de occidente. Incluso algún asaltante exhibió pinturas de guerra, acaparando signos y banderas que eran de todos. Cuando el debate político, que debiera ser correcto e inteligente, no prioriza lo esencial y básico para el ciudadano, hay el peligro de que surja el alboroto y la crispación, que se puede trasladar a la sociedad. Desde la calle da la impresión de que, determinadas actitudes en sectores de la política, en vez de construir, desean destruir al contrincante y convertir a los ciudadanos en fieles hinchas, con el único fin de conquistar su voto. Mala pedagogía democrática que estimula al enfrentamiento. En la política como en el deporte existen normas dentro y fuera del campo. La democracia es inestable per se y máximo si se rompen las normas que la estabilizan al no aceptar lo que dictan las mayorías soberanas representadas en el Congreso. Para eso votamos. Si esto se rompe, podemos dar entrada al hooligan, a la irracionalidad, o al desprestigio de las instituciones.