Que sí pero no

Luis Ferrer i Balsebre
Luis Ferrer i Balsebre EL TONEL DE DIÓGENES

OPINIÓN

Eduardo Parra | EUROPAPRESS

11 dic 2022 . Actualizado a las 05:00 h.

La polémica ley del si y el no provoca una pereza oceánica, algunas reflexiones y una súplica de sosiego y perdón.

Para este asunto —tan cíclico como complicado— de querer civilizar la sexualidad humana aún no hemos encontrado una solución y regresamos a soluciones ensayadas.

Hechos recientes como el fenómeno del «destape» de los años ochenta fueron una de las señas de identidad de la progresía de entonces y fue ese feminismo reivindicativo de la libertad de mostrar el cuerpo sin censuras lo que cerró las salas x de Perpignan y alzó a categoría de musas de la izquierda a Ana Belén, Susana Estrada, Sylvia Kristel o María Schneider.

Sorprende que en apenas treinta años aquel grito de libertad femenina que todos celebramos, se haya transformado en una deleznable berrea de conductas hetero-patriarcales explotadoras del cuerpo de la mujer. ¿La maldición del eterno retorno, la ignorancia o simplemente otro regreso al pasado?

Spots gubernamentales que señalan a periodistas y jóvenes youtubers como pérfidos fachas por criticar el discurso oficial o preguntar a la invitada de turno si duerme en pijama o con ropa sexy plantan un juicio de valor según el cual prácticamente toda la producción cultural y aires de libertad que vivimos en la «movida» de los ochenta sean hoy un anatema. Por otro lado, criticar campañas de publicidad que alertan del riesgo de salir a correr en solitario inapropiadamente o de vigilar la copa si sales de marcha acusándolas de alentar la cultura de la violación es como decir que el mensaje de los aeropuertos —«Les rogamos estén atentos en todo momento a sus pertenencias»—; en bancos y farmacias —«Sonría, le estamos grabando»— o en ciertas zonas urbanas —«Recinto bajo videovigilancia»— estuvieran alentando la «cultura del robo» más que la de la precaución.

La conducta humana se mueve entre un principio de deseo y un principio de realidad. No se cuestiona la buena fe del principio de deseo del Ministerio de Igualdad a la hora de pretender que todos seamos buenos y acabar con las emociones ingobernables, la lujuria, la atracción fatal, los celos o la violencia; pero, hablando de seres humanos, eso es un afán que está fuera del principio de realidad.

El ser humano es impulsivo por naturaleza y solo la educación y la represión pueden controlar sus pulsiones más destructivas. Freud estaba más cerca de esta realidad que el ingenuo de Rousseau.

Las pulsiones humanas son irracionales y siempre tienen un resto ineducable que conviene tener en cuenta. Es más real alertar de los riesgos que tiene vivir en sociedad que reivindicar llegar de noche a casa, sola y borracha. Que se lo pregunten al Chicle.