El tema va de a quién votar

María Pereira López PROFESORA DE CIENCIA POLÍTICA Y DE LA ADMINISTRACIÓN EN LA UNIVERSIDAD DE SANTIAGO. MIEMBRO DEL EQUIPO DE INVESTIGACIONES POLÍTICAS DE LA USC

OPINIÓN

03 jul 2022 . Actualizado a las 05:00 h.

Desde el último cuarto del siglo XX se ha producido un cambio fundamental en los elementos que están en la base de la decisión de voto de los ciudadanos. Frente a la idea de que elegían en función de lo que eran, los últimos cincuenta años han servido para separar las condiciones de vida de la orientación de voto.

Y todo, porque sectores importantes de los trabajadores han decidido votar a los partidos de derechas, las clases medias-altas se han orientado a la izquierda, o las mujeres latinas, en una importante proporción, decidieron en su día apostar por Trump. Aparentes contradicciones a las visiones de los intereses que habían orientado la explicación de voto tiempo atrás.

Los ricos votan a la derecha, los trabajadores a la izquierda, los negros a los demócratas, los blancos son conservadores, y los tópicos tienen siempre algo de cierto; pero aún es más cierto que estos tópicos están perdiendo fuerza porque la gente ha dejado de expresar su elección en función de lo que es y lleva mucho tiempo votando en función de lo que percibe.

La diferencia entre una cosa y otra es que uno no puede cambiar lo que es. Si eres negro eres negro, pero sí puede incidir en tu forma de percibir las cosas; cada uno de nosotros decide si quiere ver la botella medio llena o medio vacía; en la percepción hay voluntad, y en función de esa voluntad, votamos.

Los elementos socioestructurales que tradicionalmente sirvieron para explicar el voto inciden cada vez menos en la decisión de elección, pero es precisamente la edad la que conserva mayor poder explicativo. Elegimos de forma diferente con la edad porque tenemos formas diferentes de percibir y emociones también diferentes.

Por eso, la decisión de rebajar la edad de voto a los dieciséis años no es una decisión neutra, al contrario, para algunos partidos es una decisión estratégica, como también lo fue en su día la incorporación de las mujeres al voto; y no causó poco revuelo en los sectores de izquierda.

No dudo que el tema de la edad hará correr ríos de tinta sobre si los jóvenes están preparados, si son extremistas, si son manipulables, incluso si son más emocionales. En el fondo, es cierto que esta decisión podría incorporar a un sector de la población con más tendencia a mirar a los extremos que al centro, pero si algo nos han enseñado estos locos años centrífugos, es que el propio sistema tiende a preservar su tensión centrípeta, solo hace falta que aparezca alguien con capacidad para cohesionar el voto. Porque no va de quién vota sino de a quién votar.