El camión de la muerte

César Casal González
César Casal CORAZONADAS

OPINIÓN

KAYLEE GREENLEE BEAL | REUTERS

03 jul 2022 . Actualizado a las 12:25 h.

No va de coches asesinos, como en la novela de Stephen King. Está obra de terror es mucho peor. Va de tratantes de muertos, no de vivos, ni de ganado. De seres miserables que se ganan la vida con la pobreza de los otros. Su sueldo succiona la necesidad de los demás. Les cobran dinero por pasarlos al otro lado de la frontera con Estados Unidos. Los meten hacinados en el remolque de un camión, el camión de la muerte. Setenta personas apiladas sin aire acondicionado ni agua, como si fuesen listines telefónicos. Y, en la peor ola de calor del sur del país, los conducen ahí metidos durante más de 200 kilómetros. Llegaron casi todos cadáver hasta San Antonio (Texas).

La alarma saltó por un cuerpo tirado en una carretera secundaria junto a un camión abandonado con las puertas de atrás abiertas. Los servicios de emergencia dijeron que «nadie está preparado para encontrarse algo así en un día de trabajo». Dentro del vehículo abandonado por unos canallas había decenas de cuerpos. Pudieron rescatar al menos a unos veinte. Medio centenar ya estaban muertos. «No tenían ni agua para paliar los golpes de calor». «Los pacientes estaban muy calientes al tacto, habían sufrido temperaturas extremas, derrames cerebrales», explicaron los médicos sobre su estado al llegar a los cuatro hospitales a los que les llevaron.

Los tratantes de muertos, que es lo que son, sabían que la zona sufría esa ola de calor. Les dio igual. Se aprovecharon del ansia de los indefensos. Del sueño que ha sido pesadilla de los débiles. Los metieron en el camión como en un búnker para morir. Condenados a la asfixia. Las autoridades habían avisado que las temperaturas de 46 grados, un sol vivo que mata, no permitían que nadie se aventurase a cruzar así la frontera, ni en camión ni andando. Que solo les esperaba el fin. Las mafias siguieron adelante. Cargaron bien cargado el camión y tiraron millas. Resultado: otra imagen espeluznante de este siglo XXI que viaja hacia atrás. ¿Qué entrañas hay que tener para cobrar a un ser humano para meterlo en un camión hacia una muerte casi segura? ¿Cómo se puede conducir ese vehículo sabiendo que la carga puede ser un montón de cadáveres? Los miserables huyeron cuando se dieron cuenta de que ya solo conducían muerte. Han podido detener a tres. Se merecen que los metan en un camión convertido en un horno sin agua sin aire durante el mismo número de kilómetros. Adultos, menores, les da igual. Solo buscan su beneficio. ¿Cómo pueden tener esos seres vidas normales después de hacer ese trabajo? ¿Compran juguetes y helados para sus hijos con el dinero ilegal que consiguen de estos viajes al borde del abismo de la frontera entre Estados Unidos y México? Sucedió solo unos días después de las muertes en la valla de Melilla. El ser humano nunca costó tan poco. Aquí y allá. El mundo es de las mafias sin escrúpulos. El mundo es inmundo. La puerta del Paraíso en la Tierra apesta a las especies con las que rociaron a los inmigrantes para que no los olfateasen los perros que custodian las fronteras. Mayo rompió todos los registros de cruces ilegales: 239.000 entradas entre México y Texas. Una montaña de dinero. Una montaña de muertos.