Las suegras

Xosé Ameixeiras
Xosé Ameixeiras ARA SOLIS

OPINIÓN

FABIO FRUSTACI | EFE

01 may 2022 . Actualizado a las 05:00 h.

Al papa le han caído de todos los colores por meterse en el berenjenal de las suegras. Le pasa a los bienintencionados, que siempre acaban vareados por la opinión sin piedad. La ingenuidad siempre vuela con alas de papel. Francisco lanzó su alianza de las generaciones, como Zapatero alentó en su día la alianza de las civilizaciones. Y mira en lo que acabó. No están, ciertamente, los mundos para inocentones que creen que van a cambiar el mundo con frases ingeniosas y unas sonrisas, mientras hay sabuesos que ladran por todas partes enseñando los dientes y babeando de ira. Pero, al caso. No es el estado, son las personas. Una suegra pueda dar para buenas, malas y peores relaciones. Yo conocí a un hombre que a la suya le llamaba «mamá». No sé si por candidez, por querer agradar a su consorte, por sinceridad o, en el fondo, por cierto regodeo disimulado. La tradición popular las deja en muy mal lugar. «La nuera barre para que la suegra no ladre», dice uno de los refranes más hirientes. Conozco a un yerno que vive situaciones casi angustiosas porque no le gustan las judías, el plato estrella con el que la madre de su consorte suele acompañar otras viandas. Las hay que se desviven por sus hijos políticos. Conozco a una suegra que reza a escondidas por la salud y la suerte del marido de su hija, pues sabe de sus impiedades. No hay demasiada literatura, de momento, del fenómeno de las suegras en matrimonios de personas del mismo sexo. Terencio les dedicó una comedia en la Roma clásica que no pudo representar completa hasta la tercera vez. Ya es mala suerte. En ella, Pánfilo le generó grandes descalabros a su esposa, a los padres de esta y a los suyos propios por sus desvaríos y celos. ¡Y es que hay cada yerno y cada nuera!