Del puro de Aznar al aire de Sánchez

Gonzalo Bareño Canosa
Gonzalo Bareño A CONTRACORRIENTE

OPINIÓN

STEPHANIE LECOCQ | Efe

29 mar 2022 . Actualizado a las 05:00 h.

Ignoro si en el Consejo de Ministros de hoy en el Gobierno querrá repetir aquel numerito por el que Pedro Sánchez fue recibido con un paseíllo de sus compañeros de gabinete puestos en pie y dedicándole un sostenido aplauso tras regresar en julio del 2020 de Bruselas con la promesa de que España recibiría ayudas por 140.000 millones de euros, fuertemente condicionadas, para salvar su dramática situación económica como consecuencia de la pandemia. Aquella escena fue diseñada por producciones Iván Redondo, pero en la Moncloa no ha disminuido el culto a la personalidad de Sánchez. Lo que es seguro es que, de repetirse el número, difícilmente se sumarán al aplauso, como hicieron entonces, los ministros de Unidas Podemos.

El Gobierno y el propio Sánchez son especialistas en convertir las ayudas a regañadientes concedidas por sus colegas europeos, y la necesidad de subvencionar con fondos públicos a quienes padecen los efectos de la crisis, en triunfos personales, sin consensuar nada con nadie. Tras una gira por la UE que algunos calificaron como la de don Quijote, Sánchez fracasó en su intento de que se desacoplaran los precios del gas y la electricidad. Lo que logró finalmente fue que España, junto a Portugal, se convierta en una isla descolgada del modelo de precios europeo, no porque seamos campeones de nada, sino por tener más dificultades que el resto, porque nuestra altísima deuda no dejaba margen a otras medidas y porque nuestra conflictiva situación social amenazaba con un estallido en la calle. Sus colegas europeos le advirtieron de que no era la solución, pero adelante si quería.

Para llegar a ese punto, Sánchez tuvo que hacer una teatralización, abandonando la cumbre para tomar «aire» tras su supuesta indignación por un tuit en el que se le acusaba de amenazar con vetar las conclusiones. Al final, logró así su objetivo de mínimos. Ese tipo de órdagos, y más aún el presumir luego de ellos, no gustan en Bruselas. Lo sabe bien José María Aznar, que en la cumbre de Berlín de 1999 se fumó un puro en la cara del canciller Gerhard Schröder hasta que España recibió un aumento del 15 % en los fondos de cohesión, cuando la mayoría de países pretendían no solo no incrementar la cifra, sino rebajar el porcentaje. Ya amaneciendo, Aznar se salió con la suya y presumió luego de su supuesta hazaña de fumarse un puro y esperar. Pero lo hizo a costa de ganarse la inquina de Schröder y de otros mandatarios europeos. El canciller no tardó en tomarse venganza. Aznar presumía de crecer un 0,7 % en el 2003 cuando Berlín entraba en recesión. «No es tan difícil cuando más del 1 % del PIB español procede de las ayudas de Bruselas, a las que Alemania aporta más del 25 %», espetó el mandatario teutón.

Aunque faltan por saber muchos detalles, hay que felicitarse por el acuerdo en la UE y por el plan de choque de 16.000 millones de euros, porque lo contrario ponía contra las cuerdas a muchas empresas y millones de españoles. Pero, cuando a uno le ayudan o tiene que tomar medidas con fuerte impacto en la economía, conviene un poco de modestia y menos colgarse medallas.