El reinicio del PP

Fernando Salgado
Fernando Salgado LA QUILLA

OPINIÓN

XOAN A. SOLER

04 mar 2022 . Actualizado a las 05:00 h.

Esta vez sí. Alberto Núñez Feijoo abandona las aguas tranquilas de Galicia y se lanza a mar abierto. Su travesía hacia la Moncloa, que previsiblemente durará un par de años, no será fácil. Y él lo sabe. En un mar infestado de tiburones, tendrá que recomponer la maquinaria del PP y establecer una ruta segura para sortear los dos grandes escollos, donde naufragaron otros buques, que los analistas han bautizado con los nombres de Díaz Ayuso y Santiago Abascal.

Teóricamente, Feijoo nada con traje de neopreno y bien pertrechado. Porta credenciales de ganador y forjador de mayorías absolutas que ya no se llevan. Y una imagen de moderado y autonomista que deberá corroborar o desmentir —y ahí está el quid de la cuestión— en la práctica. La dificultad suprema que no pocos consideran la cuadratura del círculo: ¿cómo pescar en los caladeros del centro sin que Vox te birle el pescado por tu derecha? ¿Cómo rebajar la estridencia política y presentarte como hombre de Estado sin que tus propias huestes te tilden de «derechita cobarde»? ¿Cómo frenar a Vox y rechazar sus postulados si lo necesitas para gobernar aquí o allá?

Las primeras palabras de Feijoo, entremezcladas con las de González Pons, a quien presumo su portavoz provisional y oficioso, permiten atisbar por dónde pretende encauzar su labor el próximo líder del PP. Su carta de navegación. Su primer desafío: restablecer la unidad del partido mediante el recurso del palo y la zanahoria. Como la doble respuesta dada a una Díaz Ayuso que enseña sus heridas, clama venganza y exige la expulsión de quienes mentaron a su familia. Una de cal: su honorabilidad es incuestionable. Otra de arena: Casado y Egea —«extraordinario político», según Pons— «están en el futuro del PP». O la ambivalente valoración de Casado: en sus tres años y medio de gestión «hubo aciertos» y, por exclusión, también muchos errores. «No vengo a insultar a Pedro Sánchez», dice Feijoo, en lo que supone un reproche a su antecesor, quien mantiene el récord Guinness de ultrajes a un primer ministro: 37 insultos en quince minutos.

Más significativa me parece la rotunda afirmación de González Pons: «Vox es un partido de extrema derecha». Una innovación léxica en el discurso del PP que, sin duda, expresa el deseo de marcar distancias con Abascal. Distancia sí, pero no ruptura, ni muro tan alto que impida pactos presentes y futuros, porque en política «hay que hacer ejercicios complejos». Y, si no, que se lo pregunten a Sánchez.

El PP, de hacer caso a Pons, no está en fase de refundación, sino de reinicio. Aparte de la chanza que sugiere la imagen —Génova no reinicia el ordenador, destruye a martillazos el disco duro—, tal vez lo que necesita el PP, sumido en una grave crisis existencial, no es tanto un reinicio como un reseteado. Feijoo es probablemente su última oportunidad. Y yo, como demócrata, le deseo suerte en la travesía, porque la alternativa a su fracaso me asusta mucho más que su éxito. La derecha seguiría existiendo en cualquier caso, pero qué derecha, Dios mío.