De Rusia con dolor

Josep Lladós PROFESOR DE ECONOMÍA EN LA UNIVERSITAT OBERTA DE CATALUNYA

OPINIÓN

Maxim Shemetov | Reuters

03 mar 2022 . Actualizado a las 05:00 h.

Con la escalada reciente del precio de la electricidad no hubiera sido suficiente para abrir los ojos a los más reticentes. La intolerable invasión rusa de Ucrania revela aún más los costes de la dependencia energética europea. La geopolítica del gas y el petróleo nos sale muy cara.

Más allá de sus graves consecuencias humanas, el conflicto bélico inducirá efectos económicos de intensidad y naturaleza que dependerán de la duración y resolución final del episodio. Aunque nuestra relación comercial con la región parece poco relevante, los efectos inducidos pueden ser apreciables. El mayor riesgo se afronta en el ámbito de la recuperación económica. Afectada ya la economía de un proceso inflacionista causado por el desajuste entre oferta y demanda en los mercados de energía, suministros de componentes y transporte marítimo, la agresión rusa no hace más que empeorar las expectativas sobre su carácter transitorio.

Confiados andábamos en una normalización de los precios a partir del verano, pero el dislate puede mantener la tensión en estos mercados durante más tiempo del previsto. Las alzas observadas en el precio del gas y otros combustibles fósiles y la mayor demanda de gas natural licuado transportado en buques apuntan a que las tensiones en los costes de producción tardarán un poco más en desvanecerse. Difícil será evitar una pérdida sensible del poder adquisitivo de los salarios, con consecuencias adversas en el consumo. Si el repunte inflacionario costó casi un punto y medio del PIB el año pasado, la persistencia del problema podría restar algunas décimas al crecimiento previsto, especialmente en las actividades más consumidoras de energía o más dependientes del consumo de trigo, maíz, aceite de girasol y del turismo ruso. Pero los efectos inducidos pueden alcanzar al grueso del tejido productivo, ya que el ritmo de la recuperación económica se frenará en algunos mercados de exportación, como el alemán, muy dependientes del suministro de energía desde Rusia.

Sería el momento de no pisar el freno, sino de persistir con las sanciones, pues requieren tiempo y firmeza para que su impacto sea real; y de acelerar los fondos Next Generation para dinamizar la transformación energética y digital, ya que la principal víctima de la incertidumbre es la inversión empresarial, fuente principal de empleo. Y confiar en que el BCE siga protegiendo algún tiempo más las primas de riesgo de nuestra deuda en unos mercados financieros que ahora son mucho más volátiles.