Isabel II y nuestros mayores

Yashmina Shawki
yashmina shawki CUARTO CRECIENTE

OPINIÓN

NEIL HALL

07 feb 2022 . Actualizado a las 05:00 h.

Dice la letra del tango Volver que veinte años no son nada, pero lo cierto es que, en lo que llevamos de siglo XXI, muchísimas cosas han cambiado y no siempre para bien. En una suerte de bucle temporal parece que tenemos el mal hábito de repetir errores del pasado e, incluso, de agravarlos. No hemos aprendido que las guerras son, con mucho, la peor de las lacras de la humanidad, ni tampoco que las desigualdades sociales y la injusticia son el pasaporte para la inestabilidad y los levantamientos. Nos cuesta aceptar que con todo nuestro avance tecnológico seguimos a merced de la naturaleza, con sus prolongadas sequías o espantosas inundaciones, con sus terremotos y volcanes, con sus plagas y epidemias. 

Y, lo que es peor, no apreciamos el valor de la estabilidad, la sabiduría de la edad, el consuelo de la experiencia. En Gran Bretaña celebran los setenta años de reinado de Isabel II, el más largo de su historia, y eso es mucho decir en un país que puede presumir de las reinas más longevas, con los 45 años de Isabel I y los 64 de Victoria.

Creamos o no que la monarquía es una institución obsoleta, consideremos o no que los privilegios que rodean su vida llena de comodidad suponen una garantía para una supervivencia larga y cómoda, lo cierto es que, con 95 años, Isabel II sigue desempeñando su cargo con una grandísima profesionalidad y es un ejemplo de que, pese a su edad, sigue aportando mucho.

Cierto que muchos consideramos que debería haberse retirado hace tiempo para descansar, pero si su elección es seguir, ¿quién puede cuestionarla? En un momento en el que la obsesión por la juventud está dejando atrás a nuestros mayores, una parte valiosísima de la sociedad, Isabel II debería hacernos reflexionar sobre nuestra actitud hacia ellos.

Durante la pandemia, muchos fallecieron lejos de sus seres queridos y los que siguen en pie, además de tener que afrontar el deterioro físico que supone la edad, tienen que soportar la marginación tecnológica.

Una vergüenza que las entidades bancarias que tanto se benefician de sus ahorros y pensiones, no tengan la decencia de atenderles con la dignidad y el respeto que se merecen. Aislarlos no es progreso sino involución. Son mayores, pero no tontos ni prescindibles.