Confía en tu hijo introvertido

Flor Lafuente
Flor Lafuente COMUNICADORA Y CONSULTORA EN BIENESTAR Y FELICIDAD BASADA EN LA PSICOLOGÍA POSITIVA. SOCIA EN SÜMASET

OPINIÓN

María Pedreda

11 dic 2021 . Actualizado a las 09:14 h.

Amamos a los extrovertidos. Son carismáticos, sociables, aventureros y seguros de sí mismos. Son nuestro modelo para todo: líderes políticos, de negocios, deportistas, artistas, instagramers, parejas, amigos.

Los introvertidos tratan de emularlos. Padres preocupados envían a sus hijos al psicólogo para resolver su introversión. ¿Por qué sus hijos no podrán ser un poco más abiertos y resueltos y facilitarse así el camino a un futuro exitoso?

Pero los niños introvertidos no llegan al futuro por los mismos ruidosos caminos que los extrovertidos. Para ellos, «socializar es un deporte extremo», dice Susan Cain, autora del célebre libro El poder de los introvertidos en un mundo incapaz de callarse, y no deberíamos presionarlos a practicarlo. El problema de los introvertidos no es su introversión, sino el mundo extrovertido que no les da espacio para desarrollarse.

Las diferencias entre introvertidos y extrovertidos van más allá de los rasgos de personalidad. Tienen un origen fisiológico: los cerebros son distintos.

El extrovertido, por ejemplo, necesita una dosis mucho más alta de dopamina para sentirse estimulado. La dopamina es un neurotransmisor que nos motiva a explorar el entorno y a buscar recompensas (más amigos, más logros, más de todo). Para sentir el grado de excitación que necesita un extrovertido, el sistema de la dopamina tiene que ser más activo. Y como lo que genera dopamina son las recompensas, el extrovertido sale en su busca de manera constante.

El cerebro de los introvertidos, en cambio, es más sensible a la dopamina. Demasiados estímulos, en lugar de impulsarlos a hacer cosas, tienen un efecto adverso: sienten estrés y ansiedad.

Pero hay algo más: los introvertidos también son más sensibles a la acetilcolina, un neurotransmisor relacionado con el sistema nervioso parasimpático, responsable de generar relajación y bienestar. La acetilcolina nos invita a retirarnos del entorno exterior. Potencia la habilidad de la reflexión profunda y la concentración. Por eso, los introvertidos disfrutan más de entornos tranquilos, que les permiten refugiarse en el pensamiento.

Como padres de introvertidos está bien darles herramientas a nuestros hijos para que aprendan a moverse en un mundo extrovertido. Pero no debemos subestimar sus fortalezas. Los introvertidos no necesitan tener grandes círculos de amigos ni hacer mil actividades. Ser observador no es lo mismo que ser vacilante o miedoso. Disfrutar de la soledad no es una patología. Ser introspectivo y tomarse tiempo para responder no significa no saber qué decir.

A un niño introvertido hay que animarlo y apoyarlo creando las condiciones para que pueda desarrollarse a su manera. Por su propia introspección y su mundo interior rico y vívido, son niños que desarrollan sus pasiones y fortalezas temprano en la vida. Solo debemos respetarlos, darles tiempo, seguridad y confianza. Ellos encontrarán su propio camino y, sin duda, lo disfrutarán, porque es el que eligieron.