Reciclando

Luis Ferrer i Balsebre
luis ferrer i balsebre EL TONEL DE DIÓGENES

OPINIÓN

PEPA LOSADA

14 nov 2021 . Actualizado a las 05:00 h.

Hubo un tiempo (no mucho) en que era rutina en los hogares devolver los cascos vacíos de las bebidas cuando comprabas otros llenos; la leche la dejaban en la puerta en botellas inmaculadas, y llegados los fríos dormías con un pijama de franela y te ponías camiseta imperio con jersey para estar en casa; cuando llegaba el verano, te quitabas el jersey. La gente llevaba un pañuelo de algodón en el bolsillo y con las sobras de la comida se hacían croquetas (en aquellos tiempos no había comida encartuchada). 

Los electrodomésticos no estaban afectados por la obsolescencia del mercado y duraban todo el tiempo que el manitas de plata de turno —hoy casi extinguido— podía reanimarlo. Los coches valían para ser antiguos y eran herencias de padres a hijos.

Debajo de mi casa en Madrid había un chamarilero que te compraba los cascos desemparejados y el pan duro para revenderlos a su vez a la Casa de Fieras del Retiro (bonito nombre). A los niños se les compraba la ropa crecedera para que durara un par de temporadas y si había hermanos la heredaran.

No había contenedores con instrucciones para seguir el algoritmo de los tipos de basura y un cubo tardaba días en llenarse.

Los libros, las novelas, las revistas, los cómics y los cromos se cambiaban, no se tiraban.

Un buen día sin precisar del siglo XX, rendimos esas rutinas a los modernos avances para nuestra comodidad. Las cosas comenzaron a ser de usar y tirar, a no arreglarse los aparatos, no hacer croquetas, a sonarse con clínex y a llevar una botellita de agua pegada como anillo al dedo. En invierno empezamos a ir en camiseta por la casa a 24 grados y en verano nos resfriamos a 17 de aire acondicionado. Los coches duran pocas temporadas y lo demás, menos aún. Todo fue un buen negocio encaminado a resolver el anhelo de nuestra comodidad y confort.

Con el tiempo, las soluciones ensayadas para ese problema inexistente se convirtieron en un problema más grande que el que las generó: la comodidad se transformó en basura y empezamos a ahogarnos.

Triunfa lo verde proponiendo soluciones, comisiones, chiringuitos y cumbres para resolver un problema cuya solución empieza, simplemente, por volver a hacer lo que hicimos toda la vida antes de construir esta civilización de un solo uso.

Lejos de reflexionar, volvemos al más de lo mismo y a vivir de temporada donde, cada poco tiempo, desechamos cientos de aparatos electrónicos, baterías de automóviles eléctricos, papillas de plásticos que no queremos saber dónde van a ir a parar. No augura un futuro verde sino negro metalizado.

Tontos confortables hasta almorzar y después todo el día.

Nucleares sí, por favor. Tontos o caldeiro.