COP26, cambio climático ¿y apocalipsis?

Antonio Roade Tato CONSULTOR MEDIOAMBIENTAL. MÁSTER EN ANÁLISIS DE SISTEMAS AMBIENTALES POR WAGENINGEN Y EN SOSTENIBILIDAD CORPORATIVA POR CAMBRIDGE

OPINIÓN

CARLOS BARRIA

31 oct 2021 . Actualizado a las 05:00 h.

Esta semana, como anticipo de la 26 Conferencia de las Partes de Glasgow (COP26), la ONU publicaba un impactante vídeo en el que Frankie, un dinosaurio en 3D, irrumpía en la asamblea para urgir a los humanos a evitar la extinción en masa (sic) que ellos no pudieron impedir. El vídeo es un ejemplo más de la narrativa catastrofista que domina toda la conversación respecto al cambio climático, y una más de las manifestaciones apocalípticas a las que seremos sometidos en los próximos días. El reto es enorme y complejo. El objetivo acordado en el COP21 de París era limitar el aumento de temperaturas a 1,5°C ? 2°C desde niveles preindustriales (vamos por 1,2°C). Pero también hay sitio para un optimismo cauto. Según Climate Action Tracker, desde 2014 hemos reducido la proyección de emisiones de CO2 para 2100 hasta en un 75 % (aplicando políticas actuales) o en un 85 % (implementando los compromisos adquiridos).

Las soflamas alarmistas llevan a los gobiernos a proponer estrategias simplistas, que minusvaloran consecuencias sociales y económicas y ponen en riesgo todo avance. Me viene a la cabeza el caos energético actual, o el fenómeno de los chalecos amarillos en Francia, que se revolvieron precisamente por culpa de los impuestos al diésel. El desafío real es cómo compaginar los objetivos climáticos con lograr que los 940 millones de personas que aún no tienen acceso a electricidad, lo tengan. Para ello, en lugar de invertir en carísimas estrategias potencialmente polarizantes, la prioridad debería ser invertir en I+D enfocado en la generación de energía limpia, baterías y captura de carbono. Los países desarrollados no están cumpliendo con sus compromisos. Otras prioridades: acordar medidas efectivas para combatir la degradación de los ecosistemas y diseñar un mercado de emisiones de carbono efectivo para que sea una herramienta valiosa, no solo un escaparate para gobiernos y empresas que desincentiva la descarbonización.

A pesar de lo que diga Frankie, el pánico no puede sustituir el análisis racional que conduce a medidas eficaces. Ojalá que en este COP26 prime el sentido común y que las recetas populistas acaben enterradas en la historia, como los dinosaurios.