Los besugos del Parlamento

Fernando Ónega
Fernando Ónega DESDE LA CORTE

OPINIÓN

Eduardo Parra | Europa Press

30 sep 2021 . Actualizado a las 09:08 h.

Parece la escena de una obra del teatro del absurdo, pero ha ocurrido en la política real: en el Parlamento de un sistema que curiosamente se llamaba «monarquía parlamentaria». El líder del principal partido de la oposición, habitualmente acusado de ser el responsable de la crispación, le hizo tres preguntas al jefe del Ejecutivo. No fueron tres preguntas planteadas en una reunión privada, sino ante toda la nación, porque el Canal 24 Horas y Radio 5 retransmitían en directo el pleno de la Cámara y otras emisoras habían conectado también en directo. En teoría fueron testigos más de 46 millones de ciudadanos.

La primera pregunta del líder del primer partido de la oposición planteaba al presidente si había sido él quien había ordenado la entrada en el país de un ciudadano acusado de multitud de crímenes y otros delitos. La segunda, si el Gobierno había falseado datos económicos para cuadrar «a martillo» los Presupuestos del Estado. Y la tercera, si mantenía el compromiso de traer ante la Justicia a un famoso prófugo independentista. Las tres cuestiones no parecían escatológicas ni subversivas. De hecho, estaban en la prensa, con diversos matices, pero con existencia real. Parecía oportuno que la oposición las plantease, porque afectan a relaciones con otros países, a la ansiada recuperación económica y a la unidad nacional.

¿Y qué hizo el jefe del Gobierno de la monarquía parlamentaria? Un fantástico espectáculo de magia: nada por aquí, nada por allí, «usted me pregunta si tengo un proyecto de país». Con dos narices. Y le respondió con lo bien que se hizo la vacunación, la maravillosa política social que hace, y reprochó al líder de la oposición que no arrimara el hombro a una política tan social. Insistió el líder opositor en las tres preguntas y el gobernante le respondió algo sobre la política de pensiones. Cuesta trabajo creer que se haya producido este diálogo en la sede de la soberanía nacional, pero hay cientos de miles de testigos que lo pueden acreditar. La bancada del Gobierno aplaudió a rabiar porque su jefe les pareció ingenioso, brillante y torero. Los cronistas dijeron que nunca se había visto tal diálogo de besugos.

Lo malo es que los besugos, ya digo, eran el presidente del Gobierno y el jefe de la oposición, lo cual permite una deprimente conclusión: así está el diálogo político en la democracia parlamentaria. Ese es el nivel alcanzado por los oídos sordos. La presidenta de ese Parlamento acababa de abroncar a sus señorías por sus insultos y ofensas. A este cronista le pareció bastante más grave este diálogo y esta forma presidencial de explicar su política. Dan ganas de usar la terminología del secretario general del sindicato UGT, que dijo que los 15 euros de subida del salario mínimo eran «una mierda». Las explicaciones que da el Gobierno de la política, también. Y nos la hacen pisar a todos.