Siempre fue difícil, pero desde que se desató la escalada de precios de la energía en la práctica resulta imposible cambiar a un contrato de suministro eléctrico con la tarifa de último recurso. Es una auténtica tomadura de pelo. A estas alturas los consumidores debiéramos tener claro _y no lo tenemos_ que el mejor contrato que podemos suscribir es el de la tarifa regulada o de último recurso. ¿Por qué? Por muchísimas son las razones, pero en estos momentos hay una que pesa sobre las demás: ninguno de nosotros _prácticamente ninguno_ somos capaces de saber cómo evolucionará el precio del gas, por ejemplo, en el 2024. Y eso es exactamente a lo que juegan las eléctricas: le hacen a usted un contrato con precio estable para unos cuantos años, y usted -que no es ningún experto en mercados de futuros- lo firma pensando que le hacen un favor. Ándese con ojo porque va de esto.