Ay Madrid

Fernanda Tabarés
Fernanda Tabarés OTRAS LETRAS

OPINIÓN

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15 sep 2021 . Actualizado a las 05:00 h.

Año 1983. En ese momento ubica el periodista Arturo Lezcano el pliegue histórico que cerró una España e inauguró otra. En esos meses lo viejo estaba desapareciendo y lo nuevo se abría paso con la violencia dramática que siempre tienen los partos. El periodista coruñés desliza su pluma por el Madrid de aquel año y ese vademécum de hemeroteca y testimonios, anotado con la distancia de las casi cuatro décadas que le han pasado por encima a aquel país, se convierten en un espejo deformado de lo que somos.

Quizás lo más productivo de este Madrid, 1983. Cuando todo se acelera sea la contundencia con la que derriba la amabilidad con la que muchos regresan a aquel pasado, como si las cosas no hubiesen hecho más que empeorar y en aquel Madrid el futuro se estuviese vistiendo de espumillón. Porque entre el relato épico de la Transición y la realidad de los hechos que recogían los titulares del día en ese esculpido descarnado que siempre es una hemeroteca destacan las heridas de un país violento e invertebrado, que salía como podía de 40 años de vientos hostiles. En ese Madrid del 83, una ciudad de arribada brutal y desordenada desde la España que se vació, convivían el desarrollismo inmobiliario y una violencia explícita inyectada en heroína. Muchos barrios de Madrid, en la periferia y en el centro, eran territorios comanche por los que no era muy aconsejable caminar. Conviene acudir a las esquinas más lúgubres de la ciudad para ajustar la sintonía de lo que hoy nos pasa y bajar la ceja un par de grados cada vez que alguien anuncia que el Apocalipsis está aquí. Esto también es memoria histórica y para ser justos con el presente hay que olfatear el caos y la frustración que en aquellos 80 campaban a sus anchas por un Madrid que empezaba a ser lo que después fue.