La revolución con seguro a todo riesgo

Gonzalo Bareño Canosa
Gonzalo Bareño A CONTRACORRIENTE

OPINIÓN

Alberto Estévez

09 jul 2021 . Actualizado a las 05:00 h.

Si no fuera por el enorme daño que han causado a Cataluña y al resto de España, la actitud de los líderes del procés una vez que su intentona golpista fracasó con estrépito sería no solo patética, sino también cómica. Toda la épica de cartón piedra desplegada en su día por estos garibaldis de saldo contrasta de manera brutal con su intento posterior de escaquearse no solo de las consecuencias penales de sus actos, sino también de las económicas. Después de incendiar la calle y llamar a la desobediencia, ahora pretendían que las multas por financiar el procés con fondos públicos las pagara SegurCaixa, como si lo suyo fuera un siniestro doméstico.

Como la aseguradora ha dicho que no está para pagar revoluciones de salón, aquellos que proclamaban estar dispuestos a sacrificarse por la causa y asumir todo lo que les pudiera ocurrir intentan ahora que sus fechorías las paguen a escote todos los catalanes, mediante un aval de la Generalitat frente al Tribunal de Cuentas. Y, en caso de que esa burda estratagema fracase, su propuesta es que las multas la paguen aquellos a quienes ellos mismos engañaron prometiéndoles una imposible república catalana, apoquinando unos euritos cada uno a la llamada caja de resistencia.

La fórmula no es novedosa, porque ya la propuso en su día Lola Flores cuando Hacienda le reclamó 28 millones de pesetas por ocultar al fisco su fortuna. Aunque ella al menos había ofrecido su arte a los ciudadanos, y no sermones y demagogia. «Si una peseta diera cada español, pero no a mí, sino a donde tienen que darla, quizás saldría de la deuda y después yo me iría al estadio con todos los que han dado esa peseta o esas cien pesetas para tomarme una copa con ellos y llorar de alegría», dijo la Faraona. La fórmula no funcionó y tuvo que pagar.

Tampoco los independentistas catalanes parecen ya tan dispuestos como antes a la hora de llenar la hucha con sus ahorros para que Oriol Junqueras no sea embargado, Puigdemont permanezca en su palacete belga, Artur Mas siga disfrutando de su mansión y el profesor Más-Colell, que no dudó en poner su prestigio al servicio de la malversación, mantenga su elevado tren de vida. De ahí que apelen a un aval de la Generalitat antes que exponerse a la posibilidad de que las masas secesionistas les digan que ya no van a pagarles más su fiesta.

El líder de Òmnium, Jordi Cuixart, más proclive al tremendismo que a la moralina de sacristía de fray Junqueras, llegó a decirles a los catalanes que por la causa había que sacrificar hasta a la familia. «¿Estamos dispuestos a que nuestros hijos puedan pasar largas temporadas en la prisión con el objetivo de que este país pueda decidir libremente cuál debe ser su futuro político? Si la respuesta es sí, habremos dado un paso de gigante», afirmó. Comparen semejante barbaridad con el hecho de que luego salga indultado y pida que sus multas las paguen todos los catalanes, sean o no independentistas.

Ahora sabemos que lo que pretendían no era convertirse en mártires, sino hacer la revolución con seguro a todo riesgo.