Esta quinta ola del covid quieren achacársela a los jóvenes, «esos puros irresponsables». ¿Irresponsables? No más que otros. Me acuerdo aquellos de 40 que «sacaban a pasear» a peluches a media tarde; de la llegada de los franceses que ninguna autoridad confinó en sus hoteles; de los abuelos -y no tan abuelos- que pasean la mascarilla por debajo de la nariz; de una fiesta de médicos celebrada en plena pandemia; me acuerdo que no hubo mascarillas, ni jeringuillas, ni vacunas. El colmo es que ahora tampoco las hay y les decimos a los chavales que «se siente», que no vean a sus amigos, que no besen ni sientan, que no rían, y que esperen con sentidiño porque las autoridades no quieren limitar sus movimientos. ¿Quizá porque la estrategia sea la de que se contagien?