Mármara, un mar de mucílago

Yashmina Shawki
Yashmina Shawki CUARTO CRECIENTE

OPINIÓN

UMIT BEKTAS | Reuters

08 jun 2021 . Actualizado a las 09:08 h.

Los de mi generación, y probablemente los de las siguientes, sufrimos los inconvenientes que suponía ir a la playa, pisar un poco de brea y volver a casa con los pies sucios al ser incapaces de librarnos de esa pegajosa sustancia. No era infrecuente encontrar botellas de cristal, latas, tapones, plásticos, etcétera, ni tampoco era inhabitual ver espuma de color sospechoso cubriendo la arena bañada por el agua.

Los programas divulgativos de Félix Rodríguez de la Fuente y Jacques Cousteau contribuyeron a concienciarnos sobre la fragilidad de los ecosistemas marinos y terrestres, pero las primeras medidas de protección medioambiental comenzaron a aplicarse décadas después. El eterno debate entre la producción de desechos y el desarrollo sostenible sigue siendo una cuestión tan pendiente como apabullante su repercusión en el cambio climático. Pero seguimos igual o peor. Presidentes como Bolsonaro, lejos de proteger la selva amazónica y a los indígenas que la habitan, han propiciado que todos los días se talen bosques equivalentes a muchos campos de fútbol. En las repúblicas de la antigua Yugoslavia los embalses se atascan por las toneladas de desechos. Los vertidos contaminantes al mar son tan frecuentes como progresiva es la desaparición de los corales y la fauna marina.

El último episodio de este descenso al infierno de nuestra autodestrucción se encuentra en el mar de Mármara, al sur de Estambul. El ascenso de las temperaturas y décadas de vertidos incontrolados de una ciudad de 16 millones de habitantes y las industrias han provocado la aparición de un espeso mucílago gris de origen orgánico -una sustancia viscosa parecida al moco- que cubre el agua impidiendo que la fauna y flora marina puedan sobrevivir. El Gobierno turco se ha visto obligado a reaccionar, ante la amenaza de que se extienda por el mar Negro y el Egeo, por la presión de la población ribereña, los pescadores y los medios de comunicación. El ministro de medio ambiente ha presentado un plan para declarar la zona protegida que comenzará, como siempre, con la limpieza a mano y voluntaria de la población ribereña, pero que tardará tres años en implementarse. Demasiado lento, demasiado tarde, demasiado poco.