¿Qué diálogo?

Carlos G. Reigosa
Carlos G. Reigosa QUERIDO MUNDO

OPINIÓN

NACHO DOCE | Reuters

24 may 2021 . Actualizado a las 09:39 h.

El presidente Sánchez insiste en proponernos «un diálogo nacional» para acordar un proyecto de país, porque «necesitamos una visión que sea ambiciosa, pero también realista». ¿Es esta su respuesta al desafío catalán de Pere Aragonès, que se ha comprometido en su investidura a culminar la independencia de Cataluña con un referendo acordado? Es decir, que Aragonès quiere presionar a Sánchez «con un referendo a la escocesa» para hacer inevitable la autodeterminación de Cataluña, forzando así al Gobierno de España a aceptar la celebración de una nueva votación secesionista. Lo cual parece dejar en humo de pajas el gran proyecto de futuro que ahora propone Sánchez. Porque el plan de Pere Aragonès parece claro que apunta en otra dirección muy distinta, reincidente si se prefiere, y quiere hacer su camino al andar.

Por esto creo que Sánchez no debería intentar encandilarnos o recrearnos con la fantasía de su gran «proyecto de diálogo nacional», porque ese proyecto puede no fraguar por las buenas. No creo que el presidente del Gobierno español esté dispuesto a respaldar el compromiso de Aragonès de culminar la independencia con un referendo acordado. Y tampoco creo que Aragonès sea tan ingenuo como para creer que el diálogo lo puede todo, sobre todo cuando una de las partes lo plantea solo como un desafío.

Comprendo que Sánchez prefiera mirar hacia el futuro, con un largo «diálogo nacional» de por medio. Pero la realidad es que no basta con esa mirada conciliadora, porque las cosas están como están y no como él quiere que estén. Que se lo pregunte a al exministro Illa, ganador de las elecciones catalanas y que no figura en el Gobierno.

Es cierto que sería muy necesario -y urgente- un diálogo en el que todos evitasen el desafío y la confrontación extrema como armas para construir el futuro. Porque solo por esta vía se podrán evitar nuevos descarrilamientos y sería posible generar concordia y entendimiento. Pero Sánchez prefiere perfilar objetivos para el año 2050, nada menos. ¿Y lo de Cataluña? Toca esperar y ver. Quizá porque nadie sabe qué hacer ahora... ¡pero sí dentro de 30 años!