La noticia desató la euforia, especialmente en amplias capas de la población, sobre todo de color, de Mineápolis y de otras ciudades de EE.UU. Y es que el reciente veredicto de culpabilidad contra el expolicía Derek Chauvin por la muerte de George Floyd hace un año supone todo un hito histórico. Es el primer caso en la historia del país en el que un policía blanco es declarado culpable por el asesinato de una persona de color como consecuencia del abuso de la fuerza. Pero, aunque las reacciones de felicidad como la del hermano de la víctima, Philonise Floyd, quien no ha dudado en manifestar que para él era un gran día de celebración, son comprensibles, se impone una visión más prudente; como la aportada por el respetado líder afroamericano por los derechos civiles Jesse Jackson, quien, reconociendo que el veredicto es un alivio, declaró que todavía no es el momento de celebrar, ya que aún queda mucho camino por recorrer en este sentido. No en vano, hace solo unos días que otra persona de color, Daunte Thursday, fue asesinada por un policía a menos de 20 kilómetros del lugar donde murió George Floyd el 25 de mayo del año pasado.
El presidente Joe Biden también se mostró satisfecho por este veredicto, que consideró indicativo de un cambio social. Un cambio, por otra parte, imprescindible para reducir el número de muertes violentas que se producen en EE.UU. Y es que, pocos días después de que el propio Biden declarara que los asesinatos por arma de fuego constituían una pandemia peor que el covid, y que eran una vergüenza nacional, el precedente de este veredicto de culpabilidad puede ser el empujón necesario para iniciar su reducción.
Y es que la ilegalización del uso de armas de fuego podría hacer que los delitos violentos y los peligros a los que se enfrentan tanto los ciudadanos como los agentes de la ley menguaran, y, con ellos, la fuerza excesiva empleada por la policía en los arrestos y que acaba con resultado de muerte.