Está previsto que cambie la hora en la madrugada del 27 al 28 de marzo. A las dos serán las tres, con lo cual se pierde una hora y hay un día de 23 horas. Con este cambio amanecerá y anochecerá más tarde. Se cambie o no se cambie la hora, las horas de luz solar serán las mismas.
Me he mostrado contrario a los cambios de hora en escritos anteriores, porque no creo que se ahorre energía, uno de los argumentos usados para justificar el cambio de hora. Además, porque altera los ritmos circadianos y sume a las personas en una especie de mini jet lag con trastornos del sueño, irritabilidad, etcétera. También porque pienso que es una maniobra del Gobierno para demostrar su poderío sobre el personal, desorientarlo y dominarlo con el pretexto del cambio de hora. Durante unos días los contribuyentes solo hablan del cambio de hora y de sus consecuencias y no de otros temas: paro, destrucción de la economía, comportamiento político absurdo e irresponsable de algunos, coronavirus y sus consecuencias (muertes, enfermos en planta y en la uci), vacunas, etcétera.
Por eso, en esta ocasión estoy de acuerdo con el cambio de hora, porque nos vendrá bien a todos. Nos hará olvidar las cuestiones que nos agobian cada día, contribuyendo a limpiar la mente. En este sentido, La Voz va a poner en marcha un programa especial y un consultorio para suscriptores, porque un 25 % de los españoles presenta síntomas relacionados con la depresión provocada por el covid-19 (La Voz, 24-3).
Una encuesta realizada por la Comisión Europea en el 2018 da como resultado que el 80 % de los encuestados (4,6 millones de personas) están a favor de la eliminación de los dos cambios de hora (el de primavera y el de otoño) y de que se mantenga todo el año el horario de primavera-verano (el que ahora se va a implantar). No puedo estar más de acuerdo.