¿Censuras?: ¡No es eso! ¡No es eso!

Roberto Blanco Valdés
roberto l. blanco valdés EL OJO PÚBLICO

OPINIÓN

R.Rubio.POOL

14 mar 2021 . Actualizado a las 05:00 h.

La gran operación socialista dirigida a desalojar al PP de su poder autonómico mediante la presentación de mociones de censura en Murcia, Madrid y Castilla y León solo fue (hay que hablar ya en pasado) una tentativa de extender a esos territorios -entre los que antes o después debería figurar también la joya electoral de la corona: Andalucía- la experiencia que en junio del 2018 le abrió a Sánchez las puertas de un Gobierno que había sido incapaz de conquistar en elecciones. En las del 2015 obtuvo el peor resultado del PSOE (90 diputados) y en las del 2016 batió su propio récord, hundiéndose hasta los 85 diputados. 

Tras ambas debacles, Sánchez, su Rasputín Iván Redondo y la nueva élite socialista se convencieron de que había que llegar al poder por otra vía. Y dicho y hecho: basándose en el obiter dictum de una sentencia judicial manipulada de una forma vergonzosa, los socialistas presentaron una moción de censura para «regenerar nuestra democracia» que sacaron adelante ¡con los enemigos de nuestra democracia! Tanto que, contra apabullantes evidencias, todos ellos niegan incluso que el régimen político español tenga tal naturaleza.

El doble propósito de aquella censura, sin duda fundacional del poder pedrosanchista, era el mismo que el de las presentadas esta semana en Murcia, Madrid, Castilla y León, y las que hubieran podido venir en los restantes territorios donde depende de Ciudadanos la mayoría del PP, mediando el acuerdo por arriba entre Arrimadas y el presidente del Gobierno: por un lado, hacerse con el poder; por el otro -segundo objetivo, tan relevante como el primero- utilizar ese poder, una vez alcanzado, para mejorar la posición electoral del PSOE tanto en autonómicas como, por su impulso, en generales.

Se trataría en realidad de una forma peculiar de invertir la esencia misma del sistema democrático. En lugar de ganar las elecciones para acceder al Gobierno, que es la norma en las democracias parlamentarias, la cosa sería justamente la contraria: acceder al Gobierno mediante mociones de censura, para luego ganar las elecciones, aprovechando el control de todos los recursos de poder que el dominio del Ejecutivo lleva aparejados.

Ese férreo control del poder por parte de Pedro Sánchez, cuyas únicas reglas son que todo vale y que el fin justifica todos los medios, le ha dado al presidente buenos resultados: tras instalarse en la Moncloa logró ¡al fin! vencer, es verdad que con el triunfo más corto de un ganador: 123 diputados en abril del 2019 y 120 en noviembre. Y, aunque ninguna encuesta le da ahora un avance sustancial, ello no es poco a la vista de la desastrosa gestión gubernamental de la pandemia y de su no menos funesto manejo de la crisis económica que aquella provocó.

Como extrañarse, por eso, de que, vista su propia experiencia, Sánchez tratase de aplicar ahora la regla de oro de su manual de resistencia, aquella que copió de Giulio Andreotti, su auténtico maestro: que lo que desgasta no estar en el Gobierno sino en la oposición.