La prensa, última teoría conspiratoria

Fernando Ónega
Fernando Ónega DESDE LA CORTE

OPINIÓN

Juan Carlos Hidalgo | Efe

19 feb 2021 . Actualizado a las 09:01 h.

Lamento tener que escribir otra vez sobre don Pablo Iglesias. Lo lamento, porque es para expresar mi discrepancia sobre su concepción de los medios informativos. El motivo es el siguiente: el miércoles el diputado de Ciudadanos Guillermo Díaz hizo una interpelación parlamentaria al vicepresidente segundo porque tiene la sospecha de que el señor Iglesias quiere silenciar a los profesionales incómodos, y se hizo eco de quienes sostienen que el vicepresidente «quiere silenciar a la prensa porque denuncia la corrupción de Podemos».

En honor de Pablo Iglesias hay que decir que reaccionó con cortesía, incluso agradeciendo el tono de su interpelante. Pero el conjunto de su discurso demuestra que tiene obsesiones que hacen temer por la libertad informativa si algún día Podemos gobierna este país. En primer lugar, parte en su análisis de unos datos equívocos: los miles de veces que los medios utilizaron la palabra Venezuela y las escasas veces que hablaron de «puertas giratorias». Al señor Iglesias le parece que es porque algún poder extraño nos hace fijar en el país americano -qué casualidad que sea Venezuela- y nos olvidemos de los políticos que no distinguen lo público de lo privado.

A lo mejor ocurre simplemente que Venezuela produce mucha información y las noticias de puertas giratorias son escasas. Pero Iglesias prefiere la teoría conspiratoria. Después, imagina el sistema informativo como algo organizado, dominado por la banca y grandes emporios, que elabora estrategias demoníacas y dan consignas de vetos o privilegios. Cree que es como un partido político sometido a una línea predeterminada, por supuesto capitalista, y a disciplina de voto. Considera no democrático que exista una empresa con ideas propias, intereses económicos que para él son espurios, y llega a considerar el trabajo de los directivos como una presión contraria a la libertad de informar. De ese magma de intereses, poderes visibles e invisibles surge una percepción de la comunicación parecida a una mafia que influye en la agenda política, decide quién habla y quién no e impide la llegada al poder de partidos como Podemos.

¿Qué hacer ante ello? Hay que controlar la información. La prensa es para Iglesias el cuarto poder, pero el único poder no sometido a control. ¿Parlamentario, quizá? ¿Abriendo a partidos y sindicatos los consejos de administración y de redacción? ¿Expropiando empresas que no gustan al poder político? ¿Retirando carnés? ¿Haciendo listas de adictos y enemigos? Pablo Iglesias sabe perfectamente que el control de los medios lo hacen los lectores, los oyentes y los espectadores, que cada día deciden a través de quién se informan o con qué se entretienen. Y un apunte final: ¡Qué injusta es la política! Si la comunicación fuese tan sectaria como supone el líder de Podemos, él no sería quien es, ni estaría donde está.